28 marzo 2010

Un nuevo Carmelo en Siberia


OMPRESS-RUSIA (28-03-10) El obispo de Novosibirsk, Mons. Joseph Werth, ha bendecido recientemente el monasterio de las Carmelitas Descalzas de la Resurrección de Cristo de esta ciudad, la tercera más grande de Rusia después de Moscú y San Petesburgo, en el transcurso de una solemne celebración que contó con la presencia del Nuncio Apostólico, Mons. Antonio Mennini.



El obispo de Novosibirsk, Mons. Joseph Werth en la bendición del Carmelo.


A pesar del frío de Siberia un gran número de invitados abarrotaron la capilla durante la eucaristía que estuvo concelebrada por varios sacerdotes y en la que el Nuncio de su Santidad, que se trasladó desde Moscú para la ocasión, pronunció la homilía e hizo entrega de la Bendición Apostólica del Papa Benedicto XVI a la comunidad.

Particularmente significativa fue la presencia de dos sacerdotes ortodoxos de la diócesis vecina, que trajeron, como regalo de su obispo a la comunidad, una reliquia de uno de los antiguos padres del monasterio de Kiev-Pechersk que fue colocada en el altar junto a las reliquias de Santa Teresa de Jesús y de San Rafael Kalinowski. El monasterio de Kiev-Pechersk es venerado como la cuna del monacato ruso, y el santo monje-diácono, San Martirii, está entre los santos venerados por ambas iglesias católica y ortodoxa.



Monseñor Antonio Mennini con Vladímir Putin en Moscú.



La presentación de la reliquia en el Carmelo constituyó un hermoso gesto ecuménico, al que Nuncio Mennini aludió en su homilía comparando tanto al Carmelo como a la reliquia con el grano de mostaza, a la vez que rezó por el crecimiento de la unidad entre ambas Iglesias. Además, Mons. Antonio Mennini, recordó que este Carmelo, escondido en medio de Rusia, está dedicado a la oración por esta unidad.

Precisamente este monasterio acogió, cuando todavía se estaba construyendo, el 25 de marzo del año 2009, la primera profesión solemne de una carmelita en territorio ruso.

Esta religiosa, la hermana Cristina de la Santísima Madre de Dios, nació en Vladivostok y fue bautizada durante sus años de estudio en Moscú.

Se graduó como violinista de conciertos en el conservatorio de la capital rusa y fundó una orquesta de cámara en su parroquia natal para conciertos de música religiosa.

En el año 2003, ingresó en el Carmelo de Novosibirsk, donde pronunció los votos simples en 2006. Y en marzo de 2009, emitió su profesión solemne.

Aquella ceremonia estuvo presidida por el obispo Werth y concelebrada por nueve sacerdotes en la capilla del entonces inacabado Carmelo.

Participaron los seminaristas, representantes de las seis comunidades religiosas y varios fieles de la localidad, algunos ortodoxos y protestantes, que mantienen una buena amistad con la comunidad carmelitana.

Monseñor Mennini envió entonces un mensaje y la bendición del Papa Benedicto XVI.

EN RUSIA SE FESTEJA EL 'DOMINGO DE SAUCES'

Los cristianos ortodoxos rusos festejan el 'Domingo de Sauces', conocido en el mundo católico como el 'Domingo de Ramos'. Es una de las doce fiestas principales de la ortodoxia. Este año coinciden la Pascua ortodoxa y la católica, por lo que también coinciden las fiestas precedentes.


El Patriarca de Moscú y toda Rusia, Kiril.


Lo que se conmemora en la fiesta es la 'Entrada de Jesús en Jerusalén'. Según el Evangelio de Mateo, Jesús envió dos de sus discípulos a Betania, de donde se traen un pollino. Se sentó sobre el pollino (asno joven) y entró a la ciudad de Jerusalén, donde “muchos tendían sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían por el camino”, diciendo “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”.


Los primeros cristianos de la cuenca del Mediterráneo consagraron los ramos de palma en memoria de este acontecimiento. Sin embargo, en la tradición rusa la palma, que no crece en la parte histórica del país, se ha cambiado por el sauce, el árbol cuyas flores se abren muy temprano. Con el 'Domingo de Sauces' inicia Rusia la llamada 'Semana de Pasión', durante la que Cristo sufrió, murió y resucitó el domingo.

En vísperas de la fiesta grande, el 'sábado de Lázaro', el Patriarca de Moscú y toda Rusia, el máximo representante de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Kiril, consagró los ramos de sauce llevados por los fieles a la catedral principal de Moscú, la Iglesia del Cristo Salvador. Los sacerdotes ortodoxos en todas las iglesias del país llevaron a cabo la consagración de esta planta, que los fieles guardan todo el año. El 'sábado de Lázaro' se llama así en memoria de Lázaro de Betania, que fue resucitado por Jesús este día.




El domingo, las misas festivas se celebran en todas las iglesias del país. Durante toda la semana antes de la Pascua, el Patriarca Kiril rezará cada día en distintas iglesias de la capital Rusa. La Iglesia Ortodoxa Rusa cuenta con más de 29.000 parroquias en el mundo.

Hoy se suaviza la severa Cuaresma, que dura en la ortodoxia siete semanas. Los fieles pueden comer pescado y tomar un poco de vino, sin embargo, así como antes, está prohibida la carne, igual que los huevos y productos lácteos.




El 'Domingo de Sauces' ha sido una de las queridas fiestas del pueblo ruso, ya que es una de las raras ocasiones para la alegría durante esta época. El brote de las flores de sauce simboliza el despertar de la naturaleza después del largo invierno. “Huelo el sauce: Es amargo y oloroso, huele al bosque espeso, cosquillea la cara con las plumillas, ¡qué agradable! Qué tiernas son las plumillas, cubiertas con el polen amarillo…nadie puede crear eso, solamente Dios”, escribió el famoso escritor ruso, Iván Shmeliov, en el capítulo sobre esta fiesta de su libro 'El año del Señor'.


08 marzo 2010

Examen de conciencia sacerdotal*



Por monseñor José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián

SAN SEBASTIÁN, jueves 4 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el “Examen de conciencia sacerdotal”, que ha redactado con motivo del año de los sacerdotes monseñor José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián.






El sacerdote, “oveja” y “pastor” del rebaño de Cristo

En su homilía de inicio de pontificado, Benedicto XVI hizo una breve explicación catequética sobre el “palio”, confeccionado con lana de oveja, con el que se reviste el arzobispo: “El palio indica primeramente que Cristo nos lleva a todos nosotros. Pero, al mismo tiempo, nos invita a llevarnos unos a otros”. Asimismo, el Papa recordaba también que Aquél que nos pide a nosotros, sacerdotes, colaboración en su tarea de pastoreo, es el mismo que comparte de forma misteriosa nuestra propia condición: “El pastor de todos los hombres, el Dios vivo, se ha hecho Él mismo cordero, se ha puesto de la parte de los corderos, de los que son pisoteados y sacrificados”.

Esta doble condición de ser pastores y ovejas del rebaño de Cristo, que tenemos los sacerdotes, es el punto de partida de este breve “examen de conciencia sacerdotal”, que proponemos en el contexto del Año Jubilar Sacerdotal.

Es de suponer que este examen de conciencia para sacerdotes, llegue también a las manos de muchos laicos, consagrados o religiosos… Obviamente, no existe ninguna contraindicación para que puedan servirse de él. ¡No hay secretos entre las distintas vocaciones de vida cristiana! Todos buscamos la santidad; y de la misma manera que para nosotros, los sacerdotes, es muy estimulante ver el esfuerzo que muchos seglares realizan por ser fieles en su vocación, también lo será para los laicos ver que los sacerdotes hacemos lo propio, máxime en este Año Jubilar Sacerdotal. ¡Alguien dijo que el deseo de santidad es contagioso!


Las tentaciones del sacerdote, en cuanto “oveja” del rebaño de Cristo

+ Falsa seguridad: Uno de nuestros peligros principales puede ser el olvido de que somos tentados como cualquier otro ser humano… Nuestra condición sacerdotal no nos preserva de la tentación del materialismo, del placer; ni tampoco de la búsqueda del poder y del prestigio… “¡El que se crea seguro, tenga cuidado en no caer!” (1 Co 10, 12).

+ Autodidactas: Los sacerdotes tenemos una cierta tendencia a “autodirigirnos” y a “autoevaluarnos” en la vida espiritual, como si fuésemos maestros de nosotros mismos… ¡Y eso no funciona! Dios nos da el “don de consejo” para ejercer como pastores con los que nos han sido encomendados, pero no para con nosotros mismos. Nosotros hemos de ser “pastoreados” por otros hermanos sacerdotes. Cometeríamos un grave error si pensáramos que el director espiritual fue una figura necesaria solamente en el tiempo de formación en el Seminario.

+ “En casa de herrero, cuchillo de palo”: Ciertamente, los sacerdotes podemos dar por supuesta, equivocadamente, la madurez de nuestra vida espiritual, sintiéndonos dispensados de determinados actos de piedad… Sin embargo, nosotros somos los primeros que necesitamos los medios sobrenaturales para el cultivo de nuestra vida de fe.

+ Rutina: Es el riesgo que tenemos de acostumbrarnos a lo sagrado, de no conmovernos ante la presencia real de Dios en la Eucaristía… El hecho de ser “administradores” de los tesoros de Dios, nos permite estar especialmente cerca del Misterio, pero también nos puede inducir a la rutina y al acostumbramiento.

+ Falta de esperanza en nuestra propia santidad: Los sacerdotes podemos asumir el rol de ser “altavoces de Dios”, dejando paradójicamente en segundo plano la llamada a la santidad que Dios nos dirige a nosotros mismos. No es infrecuente que nos resulte más fácil confiar en la “historia de salvación” de Dios para con la “humanidad”, que en el plan personal de santificación que tiene con nosotros. La recepción frecuente y esperanzada del sacramento de la penitencia, es el mejor signo de que los sacerdotes mantenemos vivo el deseo de recuperar el “amor primero”.


Las tentaciones del sacerdote, en cuanto “pastor” del rebaño de Cristo

+ Falta de autoestima: El avance de la increencia en nuestra sociedad, puede conducirnos a la tentación de hacer una lectura pesimista de nuestro ministerio sacerdotal… Como les ocurre al resto de los mortales, también nosotros tenemos el riesgo de valorarnos más por el “tener” que por el “ser”; es decir, hacer depender nuestra autoestima del grado de éxito cosechado en nuestros proyectos, y no tanto del valor del tesoro que llevamos entre manos…

+ Desconfianza hacia la Providencia de Dios: En medio de nuestro empeño pastoral, no podemos olvidar cuáles son el Alfa y la Omega de la Historia de la Salvación: Sólo Cristo es el Redentor del mundo, y nosotros somos meros instrumentos. ¡Sus planes de salvación para la humanidad, no se verán frustrados! La Iglesia tiene la promesa de indefectibilidad recibida del mismo Cristo. ¡La victoria de Cristo sobre el mal será plena y esplendorosa!... Es frecuente que nosotros suframos porque las cosas no vayan como nosotros pensamos que debieran ir… Pero, como aquellos apóstoles que estaban angustiados al ver cómo Jesús dormía en aquella barca zarandeada por la tempestad, quizás también nosotros necesitemos la reprensión que Jesús dirigió a los suyos: “Hombres de poca fe, ¿por qué habéis dudado?” (Mc 4, 40; Mt 14, 31).

+ Necesidad de purificar nuestros criterios: Una cosa son las sensibilidades enriquecedoras, y otra muy distinta las “ideologías”, que siempre deben ser purificadas… Baste recordar aquella reprensión de Jesús a Pedro: “Tú piensas como los hombres, no como Dios” (Mc 8, 33). En la Sagrada Escritura y en el Magisterio de la Iglesia encontramos la fuente para conformar nuestros criterios con la luz de la Revelación…

+ Falta de oración “apostólica”: Es posible que podamos pasarnos la vida diciéndonos a nosotros mismos que, como sacerdotes que somos, hemos de orar más y mejor… Y la pregunta es: ¿Será cuestión de tiempo? ¿de fuerza de voluntad? ¿o de amor de Dios? Lo indudable es que el Pueblo de Dios no solo requiere de nosotros que seamos “maestros”, sino también “testigos” del mensaje que anunciamos…

+ Vanidad: Podemos realizar muchas obras “materialmente” buenas, en servicio de Dios y de los fieles; pero que, sin embargo, pueden encubrir una cierta búsqueda “subjetiva” de nosotros mismos… Existe el riesgo de interferencias de nuestro amor propio, incluso en el marco de un cumplimiento íntegro del ministerio sacerdotal.

+ Miedos que nos paralizan: En ocasiones, el miedo al fracaso nos lleva a no arriesgar en nuestras actuaciones, a no dar lo mejor de nosotros mismos. Igualmente, el temor a ser etiquetados o mal comprendidos, también puede disminuir nuestro celo apostólico y nuestra acción en bien de las almas (En el fondo, estamos ante otra manifestación de la vanidad).

+ Falta de método: Nuestra labor sacerdotal, aún siendo muy sacrificada, puede perder eficacia por causa de una forma desordenada de trabajar. A veces podemos abusar de la improvisación, o de no rematar las cosas. Hemos de ver también si compartimos nuestras iniciativas, si delegamos responsabilidades...

+ Falta de cuidado personal: La vida sacerdotal puede conllevar una cierta soledad, de la cual se desprenden determinados riesgos: comer mal, descansar poco, descuido del aseo personal, del vestir, de la salud, hábitos desordenados de vida, dejar que se enrarezca nuestro carácter... Un cierto nivel de autodisciplina es necesario. Pero, sobre todo, lo más importante es que nuestro descanso interior y exterior lo vivamos “en Cristo”, y no al margen de Él.

+ Impaciencia: Podemos confundir la necesidad de “rigor” con la “impaciencia”, olvidando las palabras del profeta: “la caña cascada no la quebrarás, la mecha humeante no la apagarás” (Is 42, 3). La radicalidad evangélica no justifica nuestra dureza con los que nos han sido confiados… Por el contrario, en nuestra vida de servicio sacerdotal, es importante el sentido del humor, el cariño y la alegría…es decir, la misericordia.

+ Los predilectos de Cristo y los nuestros: La acción apostólica de Cristo se dirige a todos, sin excepción. Al mismo tiempo, sus predilectos fueron los excluidos, los pobres, los enfermos… Nuestro examen de conciencia nos cuestiona sobre si los pobres y necesitados ocupan el centro de nuestro ministerio sacerdotal: personas en soledad, quienes padecen desequilibrios psíquicos, otros enfermos y ancianos, parados, inmigrantes, transeúntes, maltratados…. sin olvidar la mayor de las pobrezas, compartida por todos nosotros: el pecado. ¡La administración abnegada del perdón de Cristo, es el máximo signo de la “caridad pastoral”!


Llenos de esperanza en este Año Jubilar

Un examen de conciencia no es una mera introspección, sino que consiste en abrirnos a la gracia de ver nuestra vida desde los ojos de Dios. Nuestro Patrono, el Santo Cura de Ars, decía: “No es el pecador el que vuelve a Dios para pedirle perdón, sino Dios mismo quien va tras el pecador y lo hace volver a Él”; “Este buen Salvador está tan lleno de amor que nos busca por todas partes”.

Tenemos sobradas razones para vivir nuestro “examen de conciencia sacerdotal” llenos de confianza y abiertos a la esperanza de la santidad. No en vano, el Papa convocó el Año Jubilar Sacerdotal con el objetivo de “promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo” y de “favorecer la tensión de los sacerdotes hacia la perfección espiritual, de la cual depende sobre todo la eficacia de su ministerio”.

He aquí las palabras con las que su Santidad Benedicto XVI concluía su Carta para la Convocación de este Año Jubilar Sacerdotal: «A pesar del mal que hay en el mundo, conservan siempre su actualidad las palabras de Cristo a sus discípulos en el Cenáculo: “En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33). La fe en el Maestro divino nos da la fuerza para mirar con confianza el futuro. Queridos sacerdotes, Cristo cuenta con vosotros. A ejemplo del Santo Cura de Ars, dejaos conquistar por Él y seréis también vosotros, en el mundo de hoy, mensajeros de esperanza, reconciliación y paz».

*Esto es válido para cualquier sacerdote, esté en Rusia o en Sudáfrica.
Los rusos se despiden del invierno y piden perdón por sus pecados





Durante siete días los rusos han celebrado una de las más divertidas fiestas del año —la Máslenitsa—, festejo que simboliza la despedida del invierno y la espera de la tan ansiada llegada de la primavera. Sin embargo la semana, que se conoce también como la semana de los "blinis"(panqueques), ya toca a su fin. Hoy día los rusos terminan las celebraciones con ritos especiales.

Según la tradición, la población toma parte en los numerosos festejos que se organizan por todo el país. La gente se divierte, canta, baila y por supuesto come los blinis, que con su forma redonda simbolizan al sol de la próxima primavera. Durante la fiesta también es costumbre quemar a los "muñecos de la Máslenitsa," demostrando de este modo que se vence al invierno y a la muerte y se libera el camino para la llegada de la primavera, el calor, la vida y la fertilidad. Además, la gente enciende hogueras para "derretir el hielo y acabar con el frío" y quema las cosas viejas e innecesarias.

El fin de la Máslenitsa coincide con la fiesta religiosa ortodoxa del Domingo del Perdón, dedicada a la redención. Este día, en vísperas de la inminente Cuaresma que empieza el lunes y durará siete semanas, los creyentes piden perdón a todo el mundo y deben ser perdonados para poder participar del período de ayuno sin ningún pecado, para concentrarse en la vida espiritual y, a continuación, para recibir la Pascua con el corazón abierto. "¡Qué Dios te perdone, yo te perdono!", "Perdóname si tengo culpa"; con estas palabras los ortodoxos se saludan unos a otros, es el inicio de la purificación espiritual.

La receta de los blinis




Mezclar dos tazas de agua, una taza de leche con un huevo, añadir azúcar y sal y calentar hasta que esté tibio. Añadir harina y batir para que no se hagan grumos. La consistencia de la masa debe ser como si fuera nata líquida pero un poco más densa. Calentar una sartén especial para blinis (de bordes bajos y no profunda). Colocar un poco de aceite a la sartén. Luego se agrega medio cucharón de masa en la sartén, extendiendo de forma regular por toda la superficie y darle después la vuelta para que se cueza por ambos lados.