30 abril 2011

En el país más alejado de Dios, el obispo es del Opus Dei


La jerarquía luterana de Estonia, en los debates morales, "lo primero que hacen es mirar qué dicen los católicos"

Según el Eurobarómetro 2005, en Estonia, el país báltico vecino de Finlandia y Rusia, cree en Dios sólo el 16% de la población (otro 54% cree que "algo hay" y un 26% de personas convencidas de que «no hay ningún espíritu, Dios o fuerza vital"). Otros sondeos confirman estas cifras. Estonia es el país más alejado de Dios, y su obispo, Philippe Jourdan, es un francés del Opus Dei. La poca religiosidad de este país, por supuesto, no es culpa de su pastor, sino de 50 años de durísima represión soviética y de cinco siglos previos de luteranismo que abrieron paso a una mentalidad muy individualista.





Monseñor Jourdan, usted es el primer obispo católico residente en Estonia tras la segunda guerra mundial. El país es actualmente de mayoría luterana. ¿Como afronta su misión?

He aprendido de san Josemaría Escrivá a servir a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida, a amarla con todo mi corazón en su dimensión universal y romana. Mi experiencia en Estonia me ha reafirmado en esta convicción y me ha enseñado además a amar a los hermanos que no se han unido aún a la Iglesia. En un país de tradición luterana y ortodoxa como Estonia, mi divisa episcopal (Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam: Todos con Pedro a Jesús, por María) –que debo igualmente al Fundador del Opus Dei- me ha parecido muy adecuada para resaltar los amores que deben unirnos: la búsqueda de Cristo, el recurso a María, y el deseo de que todos seamos un sólo rebaño guiados por un mismo pastor.

Poco antes de su fallecimiento, Juan Pablo II decidió nombrarme obispo de Estonia. Por eso quise que la ceremonia de ordenación tuviese lugar el 10 de septiembre, doce años después de la visita del difunto Papa a este país. De esa forma, hemos podido honrar aún mejor su memoria.

Era mi deseo que en esa ordenación episcopal, toda la comunidad católica de Estonia me haya acompañado en el altar. Por eso, quise que la ceremonia tuviera lugar en un gran templo histórico: San Olaf de Tallin. Cuando un católico visita este lugar, tiene el sentimiento de regresar a su casa, aunque sepamos que no se trata de nuestro hogar.

"Hay unos 6.000 católicos", explica Jourdan en la revista "Palabra". "La mitad son estonios, todos conversos a partir del final de los años soviéticos. Los demás proceden de regiones católicas de la antigua Unión Soviética: Bielorrusia, Ucrania y Lituania".

"Cada año formamos unos 50 o 60 conversos. Quizá podríamos formar más si tuviéramos más sacerdotes que hablasen estonio. Esta dificultad lingüística es una limitación", explica. El estonio es una lengua que sólo se parece al finlandés: resulta difícil de aprender para las personas formadas en lenguas latinas, eslavas o germánicas, con las que no tiene relación.

Conversos jóvenes e intelectuales

Como en otros lugares de la difunta URSS, "las conversiones se producen sobre todo en las ciudades y el perfil mayoritario de los nuevos católicos es el de gente con formación intelectual y más bien joven". Los que asistieron al hundimiento de la URSS con 20 o 30 años siguen "marcados por esquemas marxistas y la educación soviética". Los más jóvenes, en cambio, están más abiertos a la fe.

Los católicos, además de ser pocos, están diseminados por todo el país. Para atenderles "tenemos 15 sacerdotes; de ellos, sólo cuatro son nativos: tres estonios y un ruso nacido en Estonia". La pequeña iglesia católica local mantiene escuelas católicas en Tallin y Tartu, que cuentan con prestigio.

Luteranos que miran a Roma

El obispo Jourdan explica además que la Iglesia y el Papa, en su dimensión universal, son una referencia bien vista en el país. "Luteranos, ortodoxos y otras confesiones se fijan en lo que dice la Iglesia Católica, por ejemplo en temas de moral y ética. Algunos obispos luteranos me han dicho que cuando hay una controversia moral, lo primero que hacen es mirar qué dice la Iglesia católica", explica el obispo.

Tiene importancia el hecho de que los luteranos de Estonia miren a Roma, sabiendo que los luteranos suecos presumen de su obispa lesbiana en Estocolmo, en Finlandia se multa a los pastores que no aceptan al clero luterano femenino, y los anglicanos, en "intercomunión" con los luteranos bálticos y nórdicos, atraviesan una grave crisis interna.

El catolicismo, una fe exigente

Oficialmente, el 30% de los 1,4 millones de habitantes de Estonia dice tener alguna religión (lo que no significa que crea en ella; puede ser sólo afiliación étnica): la mitad son luteranos y la otra mitad ortodoxos (básicamente de origen ruso). "Los estonios dicen que la fe católica es muy dura, en el sentido de exigente, pero entienden la exigencia de santidad que propone", explica el obispo.

"El temperamento estonio es dado a la reflexión y a la contemplación. Les gusta mucho la liturgia latina, con su canto gregoriano, que se adapta particularmente bien al alma estonia. Por otra parte, tienen una concepción de la fe poco comunitaria, y eso es una cierta debilidad", analiza monseñor Jourdan, incardinado en el Opus Dei en 1988, trabajando en Estonia desde 1996 y administrador apostólico desde 2005. "Mi antecesor en el cargo, el arzobispo Eduard Proffittlich, falleció en un campo de concentración soviético en 1942". ¿Y el anterior? Habría que remontarse al siglo XVI... el país estuvo más de cuatro siglos sin obispo católico.



Pongo a continuación este vídeo para mostrar que con personas así salen adelante las labores apostólicas más "imposibles".


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Rosa Cruz ha padecido una enfermedad y, como consecuencia, ha perdido sus manos y sus pies. Sorprende, sin embargo, la alegría contagiosa con que vive (video duración 29' 31").

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—Y no habrá así pena que no se venza con rapidez; y no habrá nada ni nadie que nos quite la paz y la alegría.
Forja, 785
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