31 mayo 2008

Benedicto XVI agradece los signos fraternos de la Iglesia ortodoxa rusa



En una carta a Alejo II, Patriarca ortodoxo de Moscú




CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 30 mayo 2008.- Gratitud por los gestos de fraternidad y amistad de la Iglesia ortodoxa rusa hacia la Iglesia católica, junto al renovado deseo de una plena comunión: es el contenido de la carta que ha enviado Benedicto XVI a Alejo II, Patriarca de Moscú y de todas las Rusias.

El presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el cardenal Walter Kasper, hizo entrega de la misiva al patriarca ortodoxo el jueves, en el marco de un "cordial encuentro", confirma este viernes la Sala de Prensa de la Santa Sede.

El dicasterio comunicó el 21 de mayo el inicio del viaje del purpurado a la Federación Rusa por invitación del metropolita Kiril de Smolensk y Kaliningrado -presidente del departamento de Asuntos eclesiásticos externos del Patriarcado ortodoxo de Moscú-.

El itinerario -de nueve días- ha estado motivado por el encuentro del cardenal Kasper con la comunidad católica de Moscú y con altos representantes de la ortodoxia rusa, además de procurar tomar contacto con algunas de las riquezas religiosas y culturales de la tradición del país.

En su reunión con el patriarca Alejo II, el purpurado alemán entregó la carta en la que el Papa expresa su alegría "en la experiencia de la creciente cercanía entre nosotros, acompañada por el deseo compartido de promover auténticos valores cristianos y de testimoniar a Nuestro Señor en una comunión aún más profunda".


El Santo Padre agradece la afectuosa acogida que la ortodoxia rusa ha dado al nuevo arzobispo católico de la archidiócesis de la Madre de Dios [en Moscú], monseñor Paolo Pezzi.
Igualmente muestra su reconocimiento por el "signo de fraternidad y de amistad hacia la Iglesia católica" que representa la invitación al cardenal Kasper.

El deseo de Benedicto XVI para Alejo II se expresa en forma de oración al Señor Resucitado: que "nos acerque más los unos a los otros, de forma que podamos recorrer juntos el camino hacia una plena comunión en Él".

En su cita con el Patriarca, el cardenal Kasper subrayó que estaba "muy contento del coloquio" y expresó la esperanza de que tal momento "favorezca el ulterior desarrollo de los contactos entre las dos Iglesias", confirma L'Osservatore Romano -edición diaria en lengua italiana, fechada el 31 de mayo, de publicación vespertina-.

Por su parte, Alejo II se mostró convencido de la "necesidad del diálogo ortodoxo-católico", recalcando que "las posturas de las dos Iglesias coinciden en muchos interrogantes que plantea el mundo contemporáneo, en particular en materia de moral, de las relaciones familiares y sociales, de los derechos humanos y de la bioética" -cita el diario de la Santa Sede-.

"Un signo de caridad y de benevolencia del Papa": así describe monseñor Pezzi la presencia del cardenal Kasper en tierra rusa.
Siguiendo las páginas romanas, en su homilía en la solemnidad del Corpus Domini -al presidir la Misa en la catedral católica de la Madre de Dios en Moscú- el purpurado alemán advirtió de la importancia -remitiéndose a las palabras de Jesús, "Que sean uno"- "de orar ininterrumpidamente".

"Y en cada celebración eucarística rogamos sobre todo por la paz y la unidad de la Iglesia, pero no sólo esto; debemos también permanecer activos, haciendo lo que podamos para preparar el camino de la recomposición de la unidad", añadió.
Tuvo también oportunidad de acudir a la universidad ortodoxa San Tikhon de Moscú, donde el presidente del dicasterio atendió las preguntas que le formularon los estudiantes.

En cuanto al diálogo teológico, según L'Osservatore Romano el cardenal Kasper recalcó: "No es suficiente que los teólogos y los obispos se encuentren; es más importante unir los pueblos"; "se puede preparar la unidad, pero no organizarla", porque "es un don del Espíritu Santo". "Podemos solamente orar para que se realice", insistió.

Y quiso aclarar que "por unidad no se debe absolutamente entender unificación", pues "la Iglesia puede ser una unidad en la diversidad, o mejor, una diversidad en la unidad".
El diario de la Santa Sede enmarca la visita del purpurado "en la continuidad del diálogo ecuménico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa".




Carta de Benedicto XVI a Alejo II, Patriarca ortodoxo de Moscú

CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 30 mayo 2008.- Publico la carta que el Santo Padre Benedicto XVI ha enviado a Su Santidad Alejo II, Patriarca [ortodoxo] de Moscú y de todas las Rusias.

En propia mano ha hecho entrega de la misiva, el jueves en Moscú, el cardenal Walter Kasper -presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos-. La Sala de Prensa de la Santa Sede ha difundido su contenido este viernes.

A Su Santidad Alejo II
Patriarca de Moscú y de todas las Rusias
La visita a Rusia de Su Eminencia el cardenal Walter Kasper me ofrece la feliz oportunidad de saludarle cordialmente, de expresarle mi estima por su ministerio en la Iglesia ortodoxa rusa y de reafirmar mi aprecio por su compromiso en la promoción de las relaciones entre católicos y ortodoxos. Con alegría pienso en la experiencia de la creciente cercanía entre nosotros, acompañada por el deseo compartido de promover auténticos valores cristianos y de testimoniar a Nuestro Señor en una comunión aún más profunda. Pienso con gratitud en su reciente visita a Estrasburgo y a París y en la afectuosa acogida dispensada al arzobispo católico de la archidiócesis de la Madre de Dios en Moscú en el curso de las celebraciones de Navidad del pasado año.

Otro signo de fraternidad y de amistad hacia la Iglesia católica es la invitación formulada al cardenal Kasper por parte de Su Eminencia Kiril, metropolita de Smolensk y Kaliningrado, presidente del departamento de Asuntos eclesiásticos externos del Patriarcado de Moscú, a visitar esa eparquía con ocasión de su onomástico. No es sólo una manifestación de buena voluntad personal, sino también un gesto hacia la Iglesia católica que el cardenal Kasper representa.

Durante su estancia en Rusia, el cardenal Kasper visitará Kazán para venerar el icono de la Madre de Dios que mi amado predecesor, el Papa Juan Pablo II, le entregó, Santidad, a través del cardenal Kasper, quien acompañó de nuevo a la imagen sagrada a su tierra de origen. Este icono se parece a todas las demás venerables imágenes de la Madre de Dios y como tal es un poderoso signo de la cercanía que existe entre nosotros. Ofrece también una oportunidad de encuentro con los musulmanes que muestran gran respeto por María, la Madre de Dios. Su Santidad cada vez se ha comprometido más en el diálogo con los demás cristianos y con miembros de otras religiones, y es con profunda gratitud que he seguido, con interés orante, las señales de amistad y de confianza que su Iglesia y sus representantes han manifestado en diversos modos.

Agradecido por su empeño en el diálogo con los diferentes organismos eclesiales, religiosos y sociales, formulo, en este tiempo pascual, mis mejores y afectuosos deseos por su ministerio, confiando al Señor mi oración para que el gran misterio de nuestra salvación, la muerte y la resurrección de Nuestro Señor, guíe más profundamente su vida y su servicio a la Iglesia. Que el Señor resucitado le conceda salud, paz y alegría interior y nos acerque más los unos a los otros, de forma que podamos recorrer juntos el camino hacia una plena comunión en Él.

En el Vaticano, 19 de mayo de 2008

BENEDICTUS PP. XVI

08 mayo 2008


El Papa renueva el compromiso ecuménico al recibir al patriarca armenio

Insiste en la importancia de la unidad para que los cristianos sean signo del amor de Dios

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 7 mayo 2008.- Benedicto XVI renovó este miércoles su compromiso por buscar la unidad entre los cristianos, una de las prioridades de este pontificado, al recibir a Su Santidad Karekin II patriarca supremo y catholicos de todos los armenios.


Su Santidad Karekin II

El Papa pidió las oraciones de todos los cristianos «para que en el servicio común y generoso al Evangelio puedan ser en el mundo signo del amor de Dios por la humanidad».

El pontífice hizo una excepción y quiso dedicar la tradicional audiencia general, celebrada en la plaza de San Pedro con la participación de más de 20.000 peregrinos, a reflexionar junto a su insigne huésped sobre el camino de la unidad en vísperas de la solemnidad de Pentecostés, que la Iglesia celebrará este domingo.

El camino en la historia de la Iglesia armenia se separó de Roma tras el Concilio de Calcedonia (año 451). Un paso decisivo para superar esta división se dio en 1996, cuando Juan Pablo II y el anterior patriarca apostólico armenio, Karekin I, firmaron una declaración conjunta que superaba malentendidos sobre la naturaleza de Jesús.

Juan Pablo II visitó Armenia, en 2001 como gesto de agradecimiento de la visita a Roma del catholicos, quien estuvo también presente en Roma con motivo del funeral del anterior Papa.

Como gesto de este acercamiento, recientemente se colocó en un nicho exterior de la Basílica de San Pedro una bella estatua de san Gregorio el Iluminador, fundador de la Iglesia Armenia.
«Nos ayuda a recordar las duras persecuciones que han sufrido los cristianos armenios, en particular, durante el último siglo. Los numerosos mártires de Armenia son un signo del poder del Espíritu Santo que actúa en tiempos de oscuridad, y prenda de esperanza para los cristianos de todas las partes del mundo», reconoció el Papa en el saludo inicial que dirigió al patriarca en inglés.

El Papa recordó que en su viaje de abril a los Estados Unidos ha vuelto a relanzar la urgencia de la búsqueda de la unidad de los cristianos, recuperando la centralidad de la oración en el movimiento ecuménico.

«En este tiempo de globalización, y al mismo tiempo de fragmentación, "sin plegaria, las estructuras, las instituciones y los programas ecuménicos quedarían despojados de su corazón y de su alma"».

Por su parte, en sus palabras de respuesta, Karekin II explicó que visita la ciudad eterna de para dar testimonio del «amor divinamente ordenado entre las Iglesias católica y armenia».

«A pesar de que en la historia hemos recorrido diferentes caminos y vivido diferentes experiencias espirituales, somos hijos del único Dios y todos somos hermanos y hermanas en su santo amor. En nuestra diversidad está nuestra unidad de amor, testimonio auténtico del hecho de que somos hijos de Dios», añadió el patriarca.

Antes del encuentro con el Papa, en la audiencia general, el catholicos había pasado unos momentos en oración ante la tumba de San Pedro y ante la de Juan Pablo II.

El patriarca recibió este miércoles en la Pontificia Universidad Salesiana el doctorado honoris causa en Teología de la pastoral juvenil.



Colaboración ecuménica e interreligiosa: aliento del Papa a los obispos del Cáucaso


Recibidos en su visita «ad limina Apostolorum»


CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 24 abril 2008.- Intensificar la colaboración ecuménica e interreligiosa y trabajar, más allá de las diversidades, en la construcción de una sociedad de justicia y de paz: es la exhortación del Papa a los obispos del Cáucaso meridional.





La quinquenal visita «ad limina Apsotolorum» de los prelados ha dado oportunidad a Benedicto XVI de constatar la situación de esta región que, «tras la caída de la Unión Soviética», está conociendo «significativos cambios sociales en el camino del progreso», pero donde también persisten situaciones difíciles.
«Son muchos los pobres, los desocupados y los refugiados a los que las guerras han alejado de sus hogares» dejándoles en precariedad, lamentó el Santo Padre en su discurso, este jueves, a los obispos del Cáucaso.


«No pocos mártires de la fe» tiene la Iglesia en esta región, donde las convulsiones del pasado siglo sin embargo «no han apagado la llama del Evangelio», subrayó.

Varias indicaciones da el Papa a los pastores de la pequeña comunicad católica caucásica -de rito armenio, latino y caldeo-, que convive con ortodoxos, armenio-apostólicos, judíos y musulmanes.

«En tal contexto multi-religioso es importante que los católicos prosigan e intensifiquen cada vez más su colaboración con las otras Iglesias y también con los seguidores de otras religiones como ya sucede en muchas partes», exhorta Benedicto XVI.
Y anima a los prelados a que construyan en la región, «más allá de las diversidades, una sociedad donde reine la justicia y la paz».

Especialmente alude al diálogo en curso entre católicos y ortodoxos, declarando el deseo de que «crezca esa fraternidad que debe caracterizar las relaciones entre Iglesias respetuosas la una de la otra, a pesar de las diferencias aún existentes».

Apoya el Papa igualmente la aspiración de las comunidades católicas de la región «para que se les reconozca la personalidad jurídica en el respeto de la naturaleza propia de la Iglesia católica».

Y encomienda a los obispos en especial la promoción de las vocaciones sacerdotales y a la vida consagrada, así como el cuidado de las familias.

«Es necesario que en Armenia, en Azerbaiyán y en Georgia las futuras generaciones puedan contar con un clero que sea santo, que viva con alegría su vocación y que se dedique con generosidad a la atención de todos los fieles», advierte.

«Sostened a las familias» -les pide el Papa-, «que actualmente, a causa de la mentalidad inculcada en la sociedad y heredada del período comunista, encuentran no pocas dificultades y están marcadas por las heridas y los atentados contra la vida humana que desgraciadamente se registran en muchas otras partes del mundo».

Como «primeros responsables de la pastoral familiar», Benedicto XVI recuerda a los prelados la solicitud que les corresponde en la formación de los cónyuges cristianos, para que estos puedan «testimoniar el inestimable valor de la indisolubilidad y de la fidelidad matrimonial».
Igualmente les asegura su apoyo en su «fatigosa misión» episcopal.

«Sé cuánto celo arde en vuestro corazón y cuánto esfuerzo realizáis para difundir el Evangelio de la esperanza. Me impresiona en particular la atención que, con diferentes actividades caritativas, brindáis a las necesidades de los pobres y de las personas en dificultad, gracias a la preciosa ayuda de religiosos, religiosas y laicos», admite.

«Y me agrada subrayar que tales actividades se desarrollan con espíritu evangélico -constata-, con la conciencia de que la caridad no es para la Iglesia una especie de actividad de asistencia social», sino que «pertenece a su naturaleza» y «es expresión irrenunciable de su propia esencia».
María, impulsora del ecumenismo


PAMPLONA, miércoles, 7 mayo 2008 .- María es «maestra y compañera en el camino» del ecumenismo, asegura la teóloga alemana Jutta Burggraf, especialista en Teología de la creación, Teología ecuménica y Teología feminista.
Burggraf es doctora en Psicopedagogía, doctora en Sagrada Teología y profesora agregada de Teología dogmática en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra y ha estado en Roma recientemente para presentar el «Diccionario de Teología» de la Editorial EUNSA.




¿Puede María impulsar el ecumenismo?

Ciertamente. No podemos olvidar que el verdadero protagonista del movimiento ecuménico es el Espíritu Santo. Por tanto, es aconsejable que una persona que quiere trabajar en serio por la unidad de los cristianos, tome a María como maestra y compañera en el camino: su docilidad al Espíritu puede considerarse el núcleo íntimo de una auténtica actitud ecuménica.






Icono de la Madre de Dios de Fátima "En Ti la Unidad", que se venera en la iglesia católica de Tsarskoe Selo (Sant Petersburgo-Rusia)


La veneración a nuestra Madre se fundamenta en la Sagrada Escritura. María canta en el Magnificat: «Desde ahora, todas las generaciones me llamarán bienaventurada». Estas palabras son una profecía y, a la vez, una misión para la Iglesia de todos los tiempos.

Los cristianos no inventaron nada nuevo cuando comenzaron a alabar a María. En cambio, descuidarían algo que les fue encomendado, si no lo hicieran. Se alejarían de la palabra bíblica, y no glorificarían a Dios tal como Él quiere ser glorificado.

¿María es protagonista de fiestas litúrgicas no sólo en la tradición católica?

En los tiempos anteriores a las grandes separaciones de Oriente (siglo XI) y de Occidente (siglo XVI), las primeras generaciones cristianas habían ya empezado a celebrar algunas fiestas marianas. Así, por ejemplo, la fiesta de la Dormición es conocida en Jerusalén en el siglo VI, y en Constantinopla hacia el año 600. Como se supone que María murió muy suavemente, con mucha paz y con la gran alegría de unirse con su Hijo, no se habla de «muerte», sino de «Dormición».) Tanto los ortodoxos como los musulmanes celebran hoy esta fiesta el 22 de agosto, y la preparan con 15 días de ayuno. Hacia finales del siglo VII, fue introducida en Roma, donde pasó a llamarse «Asunción de Santa María».

En el siglo VIII, se celebraba en Oriente la fiesta de la Inmaculada Concepción, sin dar muchas explicaciones teológicas al respecto: el pensamiento oriental prefiere el misterio, el occidental, en cambio, la claridad analítica. También Lutero fue favorable a esta fiesta. Además, el reformador solía cantar el «Magnificat» cada día, según cuenta la tradición.

Hablemos algo más sobre los ortodoxos y su veneración a María.

Para los ortodoxos, el primer título de María es Theotokos, «Madre de Dios», usado frecuentemente en los himnos y en las ricas obras iconográficas. El himno Akathistos (que literalmente significa «estando de pie», porque se canta en esta posición) es el himno mariano más famoso en Oriente. Ha sido compuesto a finales del siglo V por un autor desconocido. Como dice un escritor moderno, está bien que el himno sea anónimo. «Así es de todos, porque es de la Iglesia».

Hay, además, un rasgo común a casi todos los iconos de la Virgen en Oriente. María es representada como Madre de Dios que lleva al Niño Jesús en los brazos. Estas imágenes confiesan la fe en la maternidad divina de María.

La veneración a María no sólo se muestra en abundantes y solemnes fiestas durante el transcurso del año litúrgico. Aparte de las 32 fiestas de los coptos, la liturgia etíope celebra, por ejemplo, el 10 de febrero la Consagración de todas las iglesias del mundo a María. Los ortodoxos tienen también innumerables advocaciones, con las que se dirigen a la Madre de Dios: «María, Madre del Astro que nunca se pone», «Aurora del místico día», «Oriente del sol de gloria».

Desde el siglo XIV, el monte Athos es el principal foco de espiritualidad monástica en Oriente. Según una antigua leyenda, la Virgen María se había refugiado allí, junto con el evangelista San Juan, porque les había sorprendido un temporal durante un viaje por mar hacia Chipre. Y María había escuchado una voz: «Este lugar es tu propiedad, tu jardín, tu paraíso; y es además un puerto de salvación para los que quieren ser salvados».

¿Y la actitud de los protestantes con respecto a María?

Algunos han dicho que, con la veneración de María, los cristianos habrían «caído», desde la altura de la veneración del único Dios, a la alabanza del ser humano. En realidad, no es así. Cuando alabamos a María, veneramos a Dios. Quien alaba una obra de arte, alaba al artista que la ha hecho. Si estoy fascinada con las pinturas «El aguador de Sevilla» o «Las Meninas», la alabanza recae en Diego Velázquez que las realizó.

La Iglesia venera en María la realización más perfecta de la obediencia en la fe. Esto es algo que pueden aceptar también los cristianos evangélicos y, de hecho, muchos lo afirman cada vez más claramente. No quiere decir que la Madre de Jesús -como la llaman los protestantes- haya sido un instrumento pasivo en las manos de Dios.

Al contrario, su entrega humilde y obediente sólo fue posible gracias a una gran actividad interior que manifiesta, a su vez, libertad y madurez. Pues sólo una persona que es «dueña» de sí misma, puede darse alegremente a los demás. Sólo a quien se siente auténticamente libre, no le molesta ser «esclava».

María no fue pasiva, sino receptiva; estuvo dispuesta a recibir los dones divinos. Esta actitud constituye una condición necesaria para llevar una vida cristiana: quien no deja entrar a Dios en su vida, no puede recibir la fe ni las demás gracias, y tampoco puede desarrollar plenamente sus capacidades. La esclava del Señor es también la reina de los cielos.

Obediencia y sencillez no tienen nada que ver con una cierta inferioridad o timidez. El Papa Pablo VI resaltó hace unas décadas que María era «una mujer fuerte que conocía pobreza y sufrimiento, huida y exilio.» No vaciló en cantar con audacia que Dios viene en ayuda de los humildes y oprimidos, y derroca a los poderosos de su trono.

María, en efecto, «revolucionó» el orden establecido y colaboró poderosamente en nuestra liberación. Pero la «revolución» iniciada a través de ella, no forma parte de un concepto político. Es mucho más radical que cualquier acontecimiento exterior, porque comienza en el núcleo de nuestra intimidad: nos trae la liberación de los pecados, la conversión del corazón y la transformación de nuestra mentalidad.

A la vez, María nos revela «el rostro materno de Dios». Nos hace más fácil comprender la ternura y bondad divinas, tal como también otras personas que viven en unión con Dios.
El teólogo protestante Helmut Thielicke cuenta en su autobiografía que, en una visita que hizo a un convento católico en Austria, las religiosas le causaron una gran impresión. Lo describe así: «Mi espíritu se elevó -dice-, mientras paseaba mi mirada por los diferentes rostros allí congregados. Todas ellas parecían tener rasgos únicos, eran una especie de trabajo artesanal -primoroso- de Dios.... No había rastro de un patrón de fisonomías de moda, imitación o uniformidad... Me impresionó especialmente la belleza de estos rostros tan mayores, que habían sido moldeados por el Espíritu».