27 agosto 2010

Rusia celebró la Festividad del Señor de la Manzana




Rusia celebró el pasado 19 de agosto una de sus fiestas favoritas: la Festividad del Señor de la Manzana (Yáblochni Spas en ruso) o la Festividad de la Transfiguración de Jesús, en la tradición eclesiástica. El día recibió su nombre popular del Señor de la Manzana debido a que ese fruto es el protagonista de los oficios religiosos.





Foto: RIA / Ilya Pitalev


La tradición de bendecir a las frutas como parte de ceremonias eclesiásticas comenzó en el siglo VIII. Para mediados de agosto, en el Oriente cristiano ya maduraban las frutas y cereales, uvas y espigas, los cuales siempre han tenido un simbolismo en los oficios. En Rusia, la uva fue sustituida por la manzana, ya que esta última existe por todo el país y es la fruta más popular, mientras que las uvas crecían sólo en el sur.

El día del Señor de la Manzana en el interior de las iglesias y catedrales rusas ortodoxas se adornan los altares con frutas de todos los colores: rojos, verdes, amarillos y blancos. Y después de las misas, los sacerdotes bendicen las frutas. Si en la época antigua a la ceremonia llevaban carros enteros llenos de manzanas, hoy en día los rusos se ven obligados a conformarse con traer consigo unos cestos singulares.



Foto: Ría Nóvosti / Alexéi Kudenko



Se cree que la dulzura de las frutas de la nueva cosecha simboliza la ´renovación´ y la bienaventuranza que espera a los impecables en el Reino de los Cielos y recuerda aquella melosa espiritualidad que sintieron los apóstoles Pedro, Santiago y Juan en el monte de Tabor.

En la Rusia antigua, antes de ese día no se permitía comer manzanas, igual que ninguna de las verduras de la huerta, aparte de los pepinos. Además, la fecha simbolizaba la llegada del otoño, ya que desde aquel día las noches se hacen más frías y se cree que ya no se puede bañar ni en los ríos, ni en los lagos. Este día los campesinos solían salir al campo y despedirse del último sol de verano, agradeciéndole por lo todo lo que les ha traído y acompañaban el anochecer con canciones.



Foto: Ría Nóvosti / Álex Aminev



Existían también ciertos agüeros relacionados con la fiesta: se creía que si el día del Señor de la Manzana es árido, el otoño también va a ser árido; si es despejado, el invierno será muy severo, y si es lluvioso, el otoño resultara con chubascos. En esta fecha también recogían la cosecha de la cebolla y si el bulbo tenía una peladura fina, el invierno no sería duro; si es gordo será bastante frío, pero el próximo verano resultará cálido.

Hoy en día estas supersticiones son una cuestión más bien del pasado, pero todo tipo de ritos sobre el protagonista del festejo, la manzana, sigue siendo la mayor atracción para todos los que gozan de las celebraciones.

Desde la época antigua sobrevivió la tradición de repartir las manzanas benditas entre los miserables y enfermos, ya que podrán transformarlos y darles buenaventura. Se cree que si uno piensa en su deseo más íntimo y come luego una fruta bendita, este se realizará.



Foto: Ría Nóvosti / Serguéi Veniavski



Durante el festejo, la manzana es el plato principal de todo el día: el mejor ofrecimiento al huésped, el mejor relleno para las tartas y pasteles, se añade al té y a las ensaladas. Y da la óptima posibilidad de hacer la mejor ´confitura´(mermelada) de manzanas que conservará su sabor único durante todo el año.



Foto: RT



En la iglesia ortodoxa la fecha de las celebraciones de la Festividad del Señor de la Manzana es siempre fija, el 19 de agosto.

Según el Evangelio, “Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a Juan, hermano de Santiago, y los llevó aparte a un monte alto y se transfiguró delante de ellos y resplandeció su rostro como el sol y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí que se aparecieron Moisés y Elías hablando con él”.




Icono de la Transfiguración de Jesucristo.


Este acontecimiento muestra la divinidad de Cristo, para que los discípulos entiendan después de su Ascensión que Él era sinceramente el esplendor resplandeciente del Padre, y que su Pasión fue voluntaria (Marcos 9:2-9).

También muestra la posibilidad de nuestra propia theosis. Dentro de la teología ortodoxa y católico oriental, la theosis (divinización o deificación) es la llamada del hombre a la búsqueda de la salvación por la unión con Dios, la divinización de la materia y la desaparición del pecado. Se trata de la salvación de la profanidad a través de la participación en la vida de Dios. Según esta concepción, la vida sagrada de Dios, dada en Jesucristo al creyente a través del Espíritu Santo, se expresa comenzando por las luchas de esta vida, se acrecienta en la experiencia del creyente a través del conocimiento de Dios y más tarde se consuma en la resurrección del creyente cuando el poder del pecado y la muerte, habiendo sido totalmente derrotados por la vida de Dios, perderán poder sobre el creyente para siempre. Esta concepción de la salvación es históricamente fundacional para la comprensión del Cristianismo tanto en Oriente como en Occidente, y ha sido desarrollada directamente de las enseñanzas apostólicas y de la Iglesia cristiana primitiva en relación con la vida de la fe.

En el prefacio del Libro V de Contra las Herejías, Ireneo de Lyon habla de «Jesucristo que, a causa de su amor superabundante, se convirtió en lo que nosotros somos para hacer de nosotros lo que él es».



Icono de la Transfiguración de Jesucristo.


Cuatro citas de la Transfiguración se pueden encontrar en la Biblia: Mateo 17:1-8, Marcos 9:2-9, Lucas 9:28-36, y II Pedro 1:16-19.

Tradicionalmente se cree que el lugar de la Transfiguración fue el monte Tabor en Galilea, al norte de Israel. Aquí en el siglo IV, Santa Elena, la madre del emperador rumano Constantino I el Grande, fundador de la ciudad de Bizancio o Constantinopla, ordenó construir la catedral de la Transfiguración e introdujo la tradición como tal de celebrar la fiesta.

Del texto del Evangelio está claro que El Salvador se transfiguró 40 días antes de la Pascua, es decir, en febrero. Sin embargo, las autoridades eclesiásticas optaron por desplazar las celebraciones al verano para que no coincidieran con el período de la Cuaresma. La fecha del 6 de agosto (el 19 de agosto, según el calendario contemporáneo) fue elegida porque correspondía a los 40 días antes de la Fiesta de la Cruz, que se celebra el 14 de septiembre y evoca los sufrimientos del Señor en la Cruz.

Aunque la tradición de conmemorar la fiesta se remonta a Elena de Constantinopla, al principio las celebraciones no eran de gran escala y tenían lugar solamente en algunas localidades de Palestina. Pero en unos cien años, en el siglo V, ´conquistaron´ ya todo el Oriente cristiano. En el siglo XV la Festividad de la Transfiguración se transformó en una de las fiestas ortodoxas más respetadas.

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