De Madrid a San Petersburgo con cincuenta alumnos del Colegio Retamar
Eran las cuatro y media de la madrugada del cuatro de julio. A cuenta gotas llegábamos los participantes del campo de trabajo al aeropuerto de Barajas en Madrid, la mayoría con mucho sueño porque no habíamos dormido mucho por el nerviosismo y la expectación de iniciar nuestra aventura rusa.
08 de agosto de 2013
El día más importante de nuestra estancia en Rusia fue sin duda la celebración del noventa y seis aniversario de la tercera aparición de la Virgen en Fátima.
Nuestro escenario iba a ser la iglesia de San Juan Bautista, una de las pocas iglesias católicas de Rusia. Nuestro trabajo estaba bien marcado: transformar un antiguo búnker de la Segunda Guerra Mundial en salones parroquiales para las catequesis a los feligreses y otras actividades de la Parroquia.
Además, teníamos que pintar los setenta bancos de la iglesia y fabricar sus reclinatorios. Poco a poco salían nuevas tareas, que afrontábamos como pequeños retos: pintar el ábside de la iglesia y cavar una zanja alrededor, para que no avanzasen las humedades en el edificio, etc.
Nuestro escenario iba a ser la iglesia de San Juan Bautista, una de las pocas iglesias católicas de Rusia. Nuestro trabajo estaba bien marcado: transformar un antiguo búnker de la Segunda Guerra Mundial en salones parroquiales para las catequesis a los feligreses y otras actividades de la Parroquia.
El día 13 de julio de 1917, la Virgen Nuestra Señora confió a la pequeña Lucia parte del conocido mensaje de Fátima, que tiene mucha relación con nuestro campo de trabajo, porque la Virgen reveló que Rusia se convertiría:
“…Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida sabed que es la gran señal que Dios os da de que está próximo el castigo de los crímenes del mundo por la guerra, el hambre y las persecuciones contra la iglesia y contra el Santo Padre. Para impedir eso, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si se escuchan mis peticiones, Rusia se convertirá y se tendrá la paz. Si no, ella propagará sus errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones contra la Iglesia; muchos buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir; algunas naciones serán aniquiliadas… Pero finalmente mi Corazón Inmaculado triunfará, Rusia será consagrada a mi Corazón Inmaculado y se convertirá, y un tiempo de paz será dado al mundo” (La Virgen de Fátima, C. Barthas, pag. 598, Ed. Rialp, Madrid).
Para esta fiesta la parroquia invita a un sacerdote de rito Greco-católico para cantar antes de la Misa el himno Akathistos en griego, un himno instituido para agradecer a la Madre de Dios su protección sobre la ciudad de Constantinopla ante el ataque de Cosrroes con los persas en el año 626. La celebración concluyó con una procesión del Icono de la Virgen de Fátima alrededor de la Iglesia, rezando el Rosario en ruso y en castellano.
Poco a poco salían nuevas tareas, que afrontábamos como pequeños retos: pintar el ábside de la iglesia y cavar una zanja alrededor, para que no avanzasen las humedades en el edificio, etc.
Los últimos días fueron trepidantes por la cantidad de tareas que había que cerrar antes de volver a casa. Para poder construir en la Cripta era necesario bajar el nivel de los quinientos metros cuadrados de suelo unos cincuenta centímetros. Llenamos más de cinco camiones a base de piedras y ladrillos.
Los ciento veinte reclinatorios de los bancos los terminamos de montar el día anterior a nuestra partida. Por supuesto nos dijeron en broma que no nos dejaban irnos de Rusia hasta que les dejáramos la iglesia sin una mota del polvo que habíamos generado en esos días de trabajo.
Llenamos más de cinco camiones a base de piedras y ladrillos. Los ciento veinte reclinatorios de los bancos los terminamos de montar el día anterior a nuestra partida.
Alquilamos un pequeño barco para disfrutar una de las postreras noches blancas de San Petersburgo, mientras conversábamos sobre las anécdotas de esos días inolvidables. Nos comprometimos a volver a Pushkin para contemplar los cambios de “nuestra iglesia” y a renovar los propósitos que hemos sacado estos días.
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Colegio Retamar.
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