Esta entrevista ayuda mucho a conocer la situación actual de la Iglesia en Rusia*.
Mons. Paolo, le felicito por su nombramiento como cabeza de la metropolia católica de Rusia. ¿Con que sentimientos ha acogido usted esta decisión del Santo Padre Benedicto XVI?
Le doy las gracias por la felicitación.
Es difícil responder a su pregunta con pocas palabras. He sido llamado por el Santo Padre a participar en el ministerio de los apóstoles, es decir, en el diálogo escondido de Jesús con “los suyos”. He recibido este nombramiento con temblor. Según San Agustín obispo es aquel que mira atentamente hacia Cristo. Por eso a mí me parece que el servicio del Obispo consiste sobre todo en ser fiel a la llamada de Cristo: sígueme.
Me ayuda también recordar la norma que dirige el quehacer médico: no hagas daño. El Obispo en su servicio también debe recordar este consejo. Además, en su pregunta se encierra ya la respuesta: usted me ha felicitado por el nombramiento episcopal, es decir, por recibir la plenitud del la gracia del sacerdocio.
Yo estoy seguro de que el Señor que me ha llamado a este no fácil servicio, no me dejará sin ayuda ni auxilio. Al disponerme a cumplir con este nuevo encargo, ardientemente deseo que todas mis palabras y actos se realicen en el nombre del Señor Jesucristo, dando gracias por su medio al Dios y Padre (cf. Col 3,17), y que toda mi vida sea testimonio de su pasión para la Gloria de Cristo en la historia.
Espero que en este servicio no me falte la oración y la ayuda de los fieles de la Archidiócesis: sacerdotes, religiosos, laicos. Juntos, con la ayuda de Dios, seremos capaces de enfrentarnos con cualquier dificultad.
¿Podría usted recordar a nuestros lectores los datos sobre la Archidiócesis de la Madre de Dios en Moscú y, más ampliamente, sobre la Iglesia Católica en Rusia? ¿En este momento cuántas parroquias, sacerdotes, religiosos, centros de enseñanza, monasterios existen? ¿Cuántos fieles, si es que se conoce el número? ¿Hay suficientes pastores e iglesias para ese número de fieles?
La comunidad católica en Rusia está hoy reunida en una Metropolia, formada por la Archidiócesis de la Madre de Dios en Moscú y tres diócesis (San José en Irkustk, La Transfiguración en Novosibirsk y san Clemente en Saratov). Los obispos de estas diócesis forman la Conferencia de Obispos Católicos de la Federación Rusa, cuyo Presidente se elige cada cuatro años. La Conferencia, a diferencia, por ejemplo, del Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Rusa, tiene sobre todo funciones de coordinación y consulta. La Archidiócesis de la Madre de Dios en Moscú, que ahora se me ha confiado, tiene 90 parroquias con 150 sacerdotes.
Además en Rusia existen algunos centros de formación. En primer lugar el Seminario Superior Santa María, Reina de los Apóstoles en San Petersburgo, que es filial de la Universidad Pontificia Lateranense, un preseminario en Novosibirsk, el Instituto Santo Tomás en Moscú, y el Instituto Teológico San Adalberto de Kaliningrado. Además hay que recordar el amplio desarrollo de las escuelas de catequesis existentes al menos en todas en las parroquias más grandes.
En Rusia además existen un buen número de comunidades religiosas, normalmente muy pequeñas, de diferentes ordenes y congregaciones, tanto antiguas como nuevas. La mayoría de ellas son de mujeres. En general las religiosas ayudan a los sacerdotes en el trabajo parroquial, por eso la mayoría de esas comunidades están formadas por dos o tres monjas.
Por lo que respecta al número de católicos en Rusia, hay que clarificar los criterios para hacer el recuento, porque se oye hablar de cifras demasiado diferentes. Es importante ser exactos por lo que respecta a esta pregunta, para conocer la verdad y así garantizar la salud y el normal crecimiento de la comunidad católica.
La pertenencia étnica y cultural de los católicos que viven en la Federación Rusa, sin duda, es multiforme. Pero a mi me admira todavía más la capacidad de la Buena Nueva cristiana para dirigirse a la gente de diferentes naciones, con diferente historia y cultura, su actualidad y su fuerza para reunir a las gentes: Cristo es uno y el mismo ayer, hoy y eternamente. Sobre esto se fundamenta la predicación cristiana, y el diálogo entre los fieles de las distintas confesiones.
¿Cuáles han sido, en vuestra opinión, los principales logros de la comunidad católica rusa en los últimos 15-20 años? Y, por el contrario, ¿en que aspectos no se ha conseguido todo lo que se hubiera deseado? ¿Podría usted señalar las prioridades para la acción de la diócesis, los aspectos a los que usted quiere prestar más atención en los comienzos de su pontificado?
¡Yo no tengo, por supuesto, recetas ya preparadas! Pero para responder a esta pregunta hay que recordar la situación en la que comenzó la restauración de la vida de la Iglesia en Rusia hace casi 20 años.
Hablando de la Iglesia Católica, en toda Rusia se podían contar menos de 10 parroquias en activo. En los actuales límites de esta Archidiócesis sólo había dos, la de San Luís de los Franceses en Moscú y la de Nuestra Señora de Lourdes en San Petersburgo.
Desde ese momento, como ya he dicho, se ha vuelto a establecer la estructura canónica de la Iglesia, funcionan decenas de comunidades parroquiales, seminarios, una amplia red de centro educativos y de caridad, salen a la luz publicaciones periódicas de diversas características.
Razonablemente, ante un trabajo tan masivo, no se podía esperar el éxito en todas las direcciones. Casi todo se ha llevado a cabo en condiciones absolutamente nuevas, en una casi total ausencia de experiencia por lo que se refería a la situación rusa. Ha habido que corregir muchas cosas sobre la marcha, y muchas de nuestras primera valoraciones, luego se han mostrado como demasiado grandiosas o, al revés, demasiado pequeñas.
Desde estos datos puede entenderse como la Iglesia Católica en Rusia ha dado significativos pasos adelante. También desde estos datos pueden ser entendidas las torpezas de algunos concretos pasos de la Iglesia Católica en Rusia, como también algunos recelos desde fuera hacia los católicos. No hay que olvidar que los masivos y sin precedentes cambios operados en Rusia a inicios de los 80, evidentemente, no afectaron sólo a los católicos.
Por eso en mi nuevo servicio en Rusia yo veo una continuación y perfección del trabajo que se comenzó mucho antes de mi. No comienzo, sino continuación. El mismo sentido de la vida lleva consigo crecimiento y renovaciones.
En cuanto a las prioridades hacia las que orientar nuestros esfuerzos conjuntos en el presente, -además de llevar adelante los trabajos pastorales ya en marcha-, me parece que sobre todo, en la medida en que nos sea posible, hay que centrarse en cuidar con mayor esmero a los sacerdotes y religiosos que trabajan en la Archidiócesis. Puede ser que esto lleve consigo después de algún tiempo algunas transformaciones o, más bien, concretizaciones de las estructuras parroquiales.
Es absolutamente anormal que los sacerdotes trabajen sin ningún contacto en las dificultades del ministerio, en soledad, sin posibilidades de comunicación con los hermanos sacerdotes. Me parece que en cierta medida esa situación se puede cambiar.
Evidentemente, a la lista de prioridades hay que añadir también la profundización en la formación tanto en la preparación para el sacerdocio como en los primeros años de servicio parroquial de los jóvenes sacerdotes.
Me parece que también es necesario ponerse a trabajar para lograr una presencia conceptualmente bien proporcionada de la Iglesia Católica en la sociedad actual rusa, teniendo en cuenta que está debe realizarse sin olvidar que nos encontramos en un país de mayoría ortodoxa.
Con alegría puedo señalar que hay un claro progreso y mejora de las relaciones multiconfesionales, pero este trabajo conjunto hay que continuarlo. Hay que añadir que ese trabajo se corresponde de un modo muy especial con la voluntad y los propósitos de su Santidad Benedicto XVI.
En una palabra, la prioridad es la educación en la fe, en una fe madura, que se transforma en un vivo testimonio en todos los aspectos de la vida ciudadana (en la familia, en el trabajo, en la ciencia, en la política, y demás campos).
En nuestro siglo de la información, en la acción de las organizaciones eclesiásticas juegan un importantísimo papel los medios de comunicación. ¿Cómo valoraría el nivel de los medios católicos en Rusia? ¿Responden a las necesidades contemporáneas? Usted ha tenido una valiosa experiencia como director de la revista de los católicos de Siberia. ¿Se plantea usted prestar especial atención al trabajo con los medios?
El trabajo de perfeccionamiento y clarificación conceptual de los medios de comunicación debe ser continuado. Sin alejarse de un seguimiento riguroso del magisterio de la Iglesia, las publicaciones periódicas católicas tanto impresas como electrónicas están llamadas a una mayor perfección en la dirección de una positiva apertura y colaboración con todas las fuerzas sanas de la sociedad.
En primer lugar yo pienso, indudablemente, en un diálogo sano, lleno de buena voluntad y de contenido con la tradición cristiana oriental, que en Rusia está representada por la Iglesia Rusa Ortodoxa, y también en un profundo enraízamiento en la sociedad rusa, y en una amplia atención a los problemas de la sociedad rusa.
El movimiento “Comunión y Liberación”, al cual usted está unido, es conocido no sólo como vivo, activo e influyente, sino también como conservador. Al mismo tiempo algunos piensan que “conservador” según las medidas occidentales en Rusia puede parecer “modernista”. ¿Tiene usted la impresión tras sus años de ministerio en Rusia, que los católicos rusos son más conservadores, más “tradicionales” que sus correligionarios en Italia?
A pesar de todas las diferencias culturales que existen entre el mundo católico y ortodoxo, existe una asombrosa semejanza (que a veces llega a convertirse en identidad) en relación con los problemas de la vida contemporánea, que afectan a la Iglesia Católica y a la Iglesia Ortodoxa. Cada vez con más frecuencia y más convicción resuenan los llamamientos a una cooperación católica-ortodoxa en defensa de la los valores cristianos. Esto se refiere especialmente al continente Europeo.
Por lo que se refiere a los “tradicionales”, me parece que no se puede perder de vista la diferencia entre lo importante y lo secundario en la vida eclesial: entre, en una palabra, Tradición y tradiciones. La Tradición, permaneciendo en su identidad fundamental, firme e inmutable, encuentra su expresión en este mundo cambiante en unas tradiciones que cambian de época en época. Así ha sido siempre. La Iglesia es eternamente un organismo vivo. Otra cosa es que esta renovación, para ser genuina, está llamada a orientarse no tanto a partir de las modas e ideologías cambiantes cuanto como continuación de lo esencial. Con otras palabras, conviene hacer que los medios se adecuen lo más perfectamente posible a los fines.
En cuanto a la comunidad católica rusa, seguramente es –a pesar de sus pequeñas cifras- un reflejo de todo el espectro existente en el “gran” mundo católico. En esta cuestión, como en todas las demás de la vida eclesial, me parece que conviene seguir la antigua regla: “En lo esencial, unidad, en lo secundario, libertad, en todo, amor”.
En el siglo ХХ la Iglesia Católica ha reflexionado mucho sobre la colaboración con las culturas de aquellos países en los cuales realiza su misión. A este respecto ¿qué nos podría decir de la situación en Rusia? ¿Ha logrado la comunidad católica ser aquí del lugar o se la considera –también desde dentro- como una “confesión extranjera”, como una suerte de alternativa espiritual a la mayoría?
Es indudable que la comunidad católica en Rusia es cada vez más “rusa”, aunque una significativa parte de sus miembros vienen de familias relacionadas en su procedencia con diferentes nacionalidades. Esto está muy relacionado con los inevitables rápidos procesos de asimilación que se dan en la sociedad contemporánea.
Para no encerrarse en un fortificado “gueto étnico-confesional”, donde la vida de la iglesia está fuertemente alejada de la realidad social, la Iglesia debe prestar mucha atención a los temas culturales. Se necesita encontrar una razonable y fructuosa correlación entre las constantes de las formas culturales construidas en el occidente católico y lo específico de la sociedad rusa, conformada en buena medida por la influencia de la ortodoxia oriental. Aquí hay mucho por hacer, porque el aislacionismo y el confesionalismo cerrado es extraño a la Iglesia Católica y en nada útil para la formación cristiana de sus miembros.
El cristiano-católico, no menos que su hermano ortodoxo, debe sentir amor y responsabilidad por su Patria y su pueblo. La unidad en este amor a Rusia, se convierte en una percepción de la realidad que es necesaria y está llamada a contribuir a entender más profundamente su pertenencia a la Iglesia.
Todas las dolorosas discrepancias históricas no deberían oscurecer en nosotros la unidad en lo esencial, en Cristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida no sólo para cada cristiano de cualquier confesión sino también para cada país y para toda la humanidad (hecho que no depende que esto se sepa o no).
Hoy en día muchos no comparten esta visión, pero todo cristiano, tanto ortodoxo como católico, en el camino hacia la unidad, está llamado a testimoniar al mundo su firmeza.
Como señalan la mayoría de los expertos, en los últimos dos años y medio la relación entre la Santa Sede y el Patriarcado de Moscú ha mejorado sensiblemente. ¿Cómo ve usted el desarrollo de la relación con la Iglesia Ortodoxa en vuestra diócesis? ¿Qué pasos podrían darse para quitar las tensiones todavía existentes?
Sí, usted está en lo cierto. Felizmente, en los últimos años han mejorado las relaciones entre nuestras Iglesias. Esto ha sido posible gracias a una mayor apertura, que se ha hecho visible al analizar conjuntamente literalmente cada problema emergente y así haber tenido la capacidad de eliminarlo a su tiempo. Un mejor conocimiento, alcanzado a través de una genuina relación llena de buena voluntad, inevitablemente contribuye al crecimiento de la confianza. En este sentido yo valoro la actual relación como llena de futuro y ya preparada para trabajar en su posterior desarrollo.
La mayoría de los problemas puestos hoy ante nuestras Iglesias, afectan por igual a los ortodoxos y a los católicos y, por consiguiente, muchos de ellos los podemos resolver poniendo algo de cada parte. Se hace camino al andar. Con alegría hoy se puede constatar que vamos por esa senda.
Sólo quiero añadir que el camino hacia la unidad no tiene nada que ver con una falsa “ideología de la tolerancia”, sino experiencia de fraternidad y de amor misericordioso, fundado en la segura creencia de la presencia de Cristo en medio de nosotros. Esto nos libra del riesgo de caer en utopías o en ideologías y también, en sentido contrario, hace nacer vivas relaciones humanas, porque no se puede no dar a los demás la riqueza que tú tienes y la esperanza que has adquirido contemplando a Cristo.
Para terminar quisiera pedirle que cuente algo de sí mismo: ¿Cuándo comenzó usted a reconocerse a sí mismo como creyente? ¿En qué edad tomó la decisión de ser sacerdote? ¿Por qué y cuando se interesó por Rusia? (Sabemos que la historia de la Iglesia Católica en nuestro país fue el tema de su tesis doctoral).
Yo he nacido en una familia de católicos practicantes, y mi infancia la he vivido en un continua relación con la Iglesia. Por lo que respecta a mis intereses sobre Rusia, los recibí sobre todo del fundador del movimiento eclesial al que pertenezco desde joven, Don Luigi Giusanni. El amó mucho la música rusa, desde las canciones populares hasta los delicados “romans”, la música sinfónica y las canciones litúrgicas. Además, Don Giusanni siempre se interesó por la cultura espiritual rusa.
Sobre todo por las obras de los pensadores religiosos rusos de principio del siglo XX. Nuestro inolvidable maestro transmitió ese amor a muchos de sus hijos espirituales. Yo soy uno de ellos. Me acuerdo, por ejemplo, como al principio de mi camino de fe en el movimiento, mis amigos me regalaron un icono del Salvador de Andrey Rublev, que siempre he llevado conmigo.
La “Fraternidad de San Carlos Borromeo”, a la que pertenezco, se fundó en 1985 en el seno del movimiento Comunión y Liberación, en respuesta a la llamada del Santo Padre Juan Pablo II: “Íd por todo el mundo, llevad por todas partes la verdad, la belleza y la paz que se encuentran en Cristo Salvador”. Procurando responder a esta llamada, los miembros de nuestra Fraternidad viven en pequeñas comunidades, como los doce discípulos vivieron junto a Cristo, y entienden la predicación cristiana, sobre todo, como “pasión por la gloria de Cristo”. Porque así dice el Apóstol: el amor de Cristo nos urge, porque, si uno murió por todos, El murió por todos para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos (cfr 2 Cor 5, 15).
Y por último: para mi es un signo especial el hecho de que yo haya nacido en una pequeña ciudad no lejana a la antigua Ravenna, que se llama Russi, lo cual puede traducirse al ruso como “rusos”.
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*Entrevista realizada a Mos. Pezzi la víspera de su consagración episcopal, por Dmitriy Vlasov, para la agencia Blagovest-info. Traducción del original ruso por “Asociación de Amigos de Rusia San Nicolás”.
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