14 julio 2008

"De lo que más necesitamos en la comunidad católica de Rusia es ser cada vez más conscientes del don de la fe y de vivirlo misionariamente" - Entrevista de Agencia Fides a Su Exc. Mons. Paolo Pezzi, Arzobispo de la Arquidiócesis de la Madre de Dios en Moscú

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Su Exc. Mons Paolo Pezzi ha sido nombrado Arzobispo de la Arquidiócesis de la Madre de Dios en Moscú el 21 de septiembre del 2007 y recibió el Palio de manos del Santo Padre en la solemnidad de San Pedro y Pablo el pasado 29 de junio. Agencia Fides le dirigió algunas preguntas sobre la realidad social y religiosa en la que trabaja y sobre su experiencia en Rusia.

¿Cuál es la situación de la Iglesia y de la sociedad que encontró a su llegada a Rusia?


El don y la responsabilidad van siempre de la mano, al menos en mi vida, pero creo que se puede decir de todo y de todos; un don se pierde si no se da respuesta de él, sea un talento, una gracia, una capacidad expresiva que Dios puede dar. El don realmente florece –y se saborea su gusto- solo cuando se da respuesta del don que se ha recibido.

Para mi ha sido así, por ello la responsabilidad que vivo, la siento realmente, como una continuidad de Gracia para mi vida. La situación que he encontrado –que ya conocía en cierto modo pero se mira con ojos diversos según el don y la responsabilidad que Dios da- en lo que se refiere a la Iglesia, es el de una realidad pequeña numéricamente hablando, pero significativa por su fe.





De lo que más necesitamos en la comunidad católica de Rusia es ser cada vez más conscientes del don de la fe y de vivirlo en clave misionera, de ofrecer el don de la belleza del encuentro con Cristo a la gente que vemos. Esto hace mirar con gran piedad y atención a las personas que se encuentran, sin las preocupaciones de 'agrandar las propias filas', hace notar la gratitud de la realidad de la Iglesia Ortodoxa o de otras realidades que están presentes en mi diócesis, por ejemplo algunas comunidades luteranas.
El tipo de realidad social que he encontrado me ha mostrado, ciertamente, un factor decisivo: la necesidad de Cristo que tiene el ruso, más o menos conscientemente reclamado y pedido. Esta es la necesidad más grande, todos necesitan de Cristo.

¿Cuáles son los desafíos y las cuestiones más grandes que los católicos deben afrontar en un país tan complejo?
Se trata de ser conscientes de la propia fe. Entre las cuestiones, en primer lugar pondría la educación de la fe, para que se llegue a ser hombres de fe madura, responsables, capaces de responder por el bien, y por el bien común de la sociedad en la que se vive. Hombres capaces de hacer participar la propia fe en el campo social, económico, político, en las relaciones.
Una segunda cuestión, de no menor importancia, de ámbito operativo, es el aporte que podemos dar al reconstituirse y consolidarse de la realidad de la familia. Creo que un hombre no puede crecer de modo sano, desde todos los puntos de vista –humano, espiritual, psicológico y físico- sin una realidad estable. De darse lo opuesto, tendrá mayores dificultades que repercutirán en sus relaciones cotidianas, en su modo de vivir: en este sentido tenemos un gran aporte que ofrecer.

En tercer lugar me parece importante retomar la consciencia de la necesidad de una iniciativa caritativa, de gratuidad; el riesgo que corremos es el de pensar en la caridad como algo 'profesional', que debe suplir los vacíos, mientras creo que la caridad es en cambio una dimensión que debe ser vivida cotidianamente, que encuentra su plenitud sobre todo en el hacerse cargo de las necesidades del prójimo, desde el vecino a la familia, al colega, al compañero de colegio o universidad.

Ecumenismo y diálogo interreligioso: ¿Qué peso tienen en su servicio pastoral? ¿Existe un compromiso común y acordado de ambas Iglesias en este sentido? ¿Dialogáis?

Sí, dialogamos, y esto es un factor positivo; cuando se dialoga, existe siempre una posibilidad de conocer el otro y de enriquecimiento y sobre todo no se siente propietario en modo ideológico del bien, de la verdad, de cómo deben caminar las cosas. Por ello estoy contento, pues a pesar de todas las dificultades y en medio de estas, existe una posición de dialogo recíproca. En mi servicio pastoral el dialogo tiene un peso significativo: sobre todo porque tender a la unidad y por ello, cristianamente, tender a la plena comunión es inevitable, sería como vivir algo sin vivirlo o afirmar un principio abstracto.




El hombre vive, de facto, consciente o inconscientemente, tendiendo a la unidad. Cristianamente esto significa vivir con la consciencia de ser uno en Cristo y por lo tanto hacer todo lo posible por tender a Él. Si nosotros no lo ponemos en el primer lugar, no lo vivimos como prioridad, podemos decir que no vivimos el Cristianismo.

¿Qué se logra hacer? Si partimos de los resultados parecería que muy poco, por ello es necesario partir de los principios. Es posible, y ya se da, actuar en modo común en determinados aspectos de anuncio cristiano y por lo tanto vivirlo. Por ejemplo, es posible vivir en modo común la misma pasión para que el hombre encuentre a Cristo.
Es también posible realizar gestos, encuentros, momentos de anuncio, en modo común.
Existen además aspectos de la educación de la persona en los que nos encontramos: por ejemplo el valor de la familia, la necesidad de sostenerla, de educarla y de transmitirle el contenido cristiano que la haga consistente. El aspecto educativo caritativo nos permite una acción común, pero es necesario ser muy sinceros con los objetivos que queremos alcanzar y sobre el modo de hacerlo.

La reciente visita a la Federación Rusa del Card. Kasper, Presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos, ha dado una señal importante: ¿Qué ideas para el trabajo ha dejado para ambas Iglesias? ¿y para su apostolado personal?

Un aspecto que llamó mucho mi atención, y creo que hizo lo mismo en el ámbito de la ortodoxia, fue el ver en el Card. Kasper una posición de real interés por esta, que la ha llevado a salir al encuentro, a participar en las reuniones, con jóvenes, con la jerarquía, a ver más de cerca la realidad ortodoxa. He percibido este hecho como una provocación para hacer lo mismo, a continuar trabajando como él.
Me ha impresionado que incluso tratándose de una visita de carácter privado, el Cardenal haya tenido la posibilidad de reunir diversos ámbitos.
Un segundo punto de trabajo que he apropiado es que, donde sea posible, se debe buscar tener un contacto directo con la gente, se busque entrar en dialogo positivo con esta: el Cardenal me contó un interesante diálogo con algunos estudiantes ortodoxos, durante el cual le hicieron preguntas de profundo nivel, que realmente trataban de entender a la Iglesia Católica.

La posibilidad de un encuentro entre el Papa Benedicto XVI y Alexis II es verdaderamente un evento esperado, sin embargo es grande el trabajo que ya se hace por el dialogo: ¿corre este encuentro tal vez el riesgo de ser 'solamente' un evento asombroso?

Se camina en esta dirección, la de no hacer de este encuentro el evento mediático del siglo, sino un momento ciertamente significativo, que sea verdaderamente constructivo y lleve hacia una plena comunión. Del encuentro del Papa con el Patriarca tendremos seguramente un impulso en ese sentido. Por otro lado, si este encuentro no fuese preparado adecuadamente y terminase por hacer más dificultoso este camino, entonces lo justo es saber esperar. Cuando se quiere uno es capaz de esperar al otro.

Según usted, ¿podría ser útil partir de los aspectos comunes, por ejemplo la común devoción a la Virgen María, que une a cristianos y ortodoxos?

En la relación con los ortodoxos la devoción a la Virgen es un punto común y muy significativo. La atención que hay que dar, si bien recíproca pero más grande para nosotros católicos en Rusia, es el no hacer de una determinada forma y modalidad de devoción, algo que vaya contra el otro. Tanto en Oriente como en Occidente hemos desarrollado una profunda y enraizada y muy diversificada modalidad de devoción; es necesario que estas modalidades se encuentren en su origen.



Puede parecer banal, pero para nosotros es normal y parte de la devoción mariana la representación mediante estatuas u otras imágenes.

Esto está sustancialmente ausente en la ortodoxia, donde esta devoción se ha desarrollado mediante la veneración del ícono. Esto no quiere decir no usar estatuas o íconos, sino hacer que mi devoción salga al encuentro y pueda empalmar con la devoción del otro. Esto exige el aprender un gusto y una pasión por la devoción del otro, se refiere a un modo de rezar y de dirigirse a la Virgen. Es necesario que alguien lo haga. Podría resultar fácil, que al no desear aprender esta sensibilidad, que una cosa buena como el dirigirse a la Virgen, se convierta en algo que se usa contra el otro. Esto es absolutamente erróneo.

Mons. Pezzi, usted es un misionero, pertenece a la Fraternidad Sacerdotal de San Carlos Borromeo: ¿qué significa ser misionero en Rusia? La pasión por estas tierras – Rusia, Liberia – parece ser una pasión que lo acompaña desde los tiempos del Doctorado: ¿existe algún motivo particular?

La pasión misionera es parte de la naturaleza de la Iglesia en su totalidad y la del cristiano en cuanto tal. Todo bautizado es misionero, y en la medida en que no se es misionero, no vivimos el Bautismo. En este sentido la misión es el desarrollarse en la vida del don del Bautismo; podríamos decir que la misión es el desplegarse de la vocación que Dios le da a todo hombre.
Para mí es muy interesante el diálogo que existe entre la idea de misión que se ha desarrollado en la tradición latina, es decir llevar con la propia vida, la belleza, la verdad, la justicia, el gusto de la vida, que se encuentran en Cristo Jesús, con la idea, más típicamente oriental, de que la misión coincide con la transfiguración de la propia vida, es decir con la santidad, la propia vocación vivida.
Esto se convierte en una atracción para quien se encuentra, que permanece atraído por la belleza del cristianismo, así como se transfigura en mí.

Estos dos aspectos de un mismo camino, en mi vida los he asimilado casi por ósmosis, me han sido comunicados por mis maestros, por aquellas personas que he encontrado y han hecho para mí el Cristianismo una cosa pertinente a la vida, fascinante e interesante. Por lo tanto, en un cierto punto de mi vida, me adherí nuevamente al Cristianismo, con esta pasión: aquí está el origen de mi 'pasión' misionera.




La pasión por Rusia, en cambio, es casi casual: no había pensado nunca, o leído libros de Rusia en modo específico. Hay algunos signos en mi vida que me han llevado a esto: por ejemplo el ícono del Salvador de Rublev, que acompaña la vida de mi reencuentro con el Cristianismo, o la lectura de una cierta literatura religiosa del período soviético, que de muchacho me había impresionado por ese modo vivo de vivir la fe en condiciones difíciles. Signos que, quizás, no habrían tenido ninguna continuidad si no se me hubiese pedido: me preguntaron si estaba disponible porque se presentó la necesidad de un sacerdote, primero en Siberia, luego en Rusia europea.

Yo simplemente dije que sí, porque en mi vida siempre he dicho que sí, no se hacer muchas cosas. La cosa más importante es saber a quién se responde, cuando se sabe a quién se responde, diciendo que "sí", uno no se equivoca nunca. Y esto me ha hecho apasionarme por Rusia, por la tierra, la gente, la forma religiosa, el cristianismo vivido en la ortodoxia, por el canto, la música, la literatura de esta tierra y de esta gente.

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