15 septiembre 2007

El encuentro con el patriarca ortodoxo de Moscú, Alejo II, según el cardenal Peter Erdo

Entrevista al primado de Hungría y presidente del CCEE

ROMA/MOSCÚ, miércoles, 12 septiembre 2007.- La capital rusa fue escenario el 15 de junio de un importante encuentro -en el marco de dos días de consultas entre las Iglesias ortodoxa y católica- entre el patriarca Alejo II de Moscú y de todas las Rusias y el cardenal Peter Erdo, primado de Hungría y presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), al frente de la delegación católica en la ocasión.

Los fundamentos antropológicos y éticos del Magisterio, con especial atención al orden social, a los derechos humanos y a la dignidad de la persona, fueron temas en los que se concentraron los representantes ortodoxos y católicos, como comenta en esta entrevista el purpurado húngaro, haciendo balance de esas jornadas.


¿Cuáles son los frutos de la consulta en Moscú?

En Moscú en los últimos años ha habido varias consultas entre católicos y ortodoxos. En mi caso se trataba de una consulta entre los representantes de la Iglesia ortodoxa rusa y del CCEE o, con mayor precisión, de la Iglesia católica. Hubo representantes también de dos dicasterios: el Pontificio Consejo Justicia y Paz y la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe, con expertos y altos oficiales. Estuvieron presentes además dos obispos que se ocupan de la justicia y la paz a nivel europeo. Por lo tanto nuestra delegación estuvo formada por personas capaces de afrontar el tema que se propuso por parte ortodoxa.

El tema era la dignidad humana y los problemas fundamentales en perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia: problemas y realidades antropológicas que son necesarios para construir la sociedad según el mensaje de Jesús, según los principios del cristianismo.

En primer lugar, nos escuchamos detenidamente, porque se trataba de una serie de coloquios verdaderamente entretenidos, intelectual y espiritualmente. Los colegas ortodoxos eran profesores de alto nivel y conocían perfectamente nuestra tradición común, la doctrina de los Padres de la Iglesia, además de ocuparse de la filosofía cristiana.

Por ejemplo, se profundizó verdaderamente en la noción de la dignidad humana, así como en algunos elementos de la justicia y de la Doctrina Social en cuanto tal, esto es, el problema relativo al lugar específico de la Doctrina Social de la Iglesia.

Muchos, conmigo, fueron de la idea de que la Doctrina Social, así como la Bioética, son todavía partes autónomas de la Teología Moral porque se trata de un juicio moral sobre la realidad de un sector determinado. Un sector tan complicado, de hecho, que los conocimientos especializados que se requieren para la concreta respuesta moral cristiana están casi construyendo disciplinas autónomas.

Con todo, tanto la Bioética como la Doctrina Social de la Iglesia tienen en cualquier caso una estructura argumentativa que es propia de la Teología Moral. Esto quiere decir que toda materia específica debe estar cualificada según la herencia y riqueza de nuestra fe, por lo tanto según el Magisterio. Pero no basta con conocer los principios; se necesita llegar a la realidad concreta que requiere, en este complejísimo mundo de hoy, muchos conocimientos, si queremos, científicos o bien ligados a las ciencias seculares. Por esto el diálogo que el cristianismo está desarrollando con las ciencias modernas es un diálogo necesario también para llegar a las respuestas concretas y convincentes a estas cuestiones tan actuales y tan difíciles de nuestras sociedades.

Así que uno de los frutos ha sido que hemos reconocido que católicos y ortodoxos tienen la misma tarea de buscar la respuesta cristiana a estos problemas tan actuales. Después hemos visto también que es necesario profundizar las bases, la manera de actuar, formular nuestros principios de fe que son comunes en tales cuestiones, pero que han utilizado diversas nociones durante la historia de la Teología. Por esta razón es necesario profundizar en todos estos sectores y concretar un poco cuáles serían los interrogantes a examinar juntos en el futuro. De ahí que uno de los frutos podría ser la continuación de este diálogo. La parte católica podría organizarse acogida por el CCEE, mientras que en cuanto a los ortodoxos seguro que los diversos patriarcas presentes en Europa tendrán interés en este coloquio común nuestro.

Otro gran resultado ha sido también el encuentro con el Patriarca Alejo II. Se trató de un evento muy cordial y de la expresión de los sentimientos entre los católicos húngaros y los ortodoxos rusos. El año pasado mantuvimos una correspondencia con el Patriarca Alejo sobre el perdón en lo relativo a la historia común de los pueblos rusos y húngaros. Esta correspondencia fue acogida con mucho interés y también con cierta alegría por muchos. Otros, en cambio, preguntaron cómo es que los húngaros pueden perdonar o bien cómo pueden decir que también ellos, durante la historia, hicieron algo contra el pueblo ruso. Pienso que la reconciliación debe ser siempre mutua y la actitud adecuada es siempre la apertura de los corazones o como dijo Juan Pablo II «la purificación de la memoria».

En este contexto tuve el honor de entregar al Patriarca Alejo II una reliquia de nuestro primer rey cristiano, San Esteban, quién murió en el año 1038, un momento en que la Iglesia estaba todavía unida; [era] antes del cisma. Por esto San Esteban no es sólo un santo para la Iglesia católica, sino que está reconocido también y fue canonizado por el Patriarca [ortodoxo ecuménico de Constantinopla] Bartolomé en el año 2000.

Entre los ortodoxos existe una comunión en cuanto a la veneración de los santos, pero para un patriarcado, para una Iglesia autocéfala se necesita un decreto, una decisión para generalizar el culto de una persona canonizada ya en otra Iglesia ortodoxa. En el momento en que el Patriarca Alejo II besó la reliquia de San Esteban y prometió introducirla en la serie de reliquias de los santos venerados en la Basílica de Cristo Salvador en Moscú, esto para mí equivalía a un reconocimiento general por parte de la Ortodoxia rusa.

En cuanto Hungría, los ortodoxos rusos ya han celebrado la fiesta de San Esteban en los años anteriores, por lo tanto la veneración local existía también precedentemente. Este momento, este gesto de la entrega de la reliquia fue inolvidable y también constituye un recuerdo del hecho de que las reliquias de los santos son apreciadas y veneradas tanto en la Iglesia ortodoxa como en la católica.

Durante la consulta ortodoxo-católica, tuvo oportunidad de reunirse con el metropolita Kirill [jefe de la Oficina de Asuntos Exteriores del Patriarcado Ortodoxo de Moscú. Ndr]. ¿Qué temas trataron?

Ante todo, tuvimos la suerte de presidir las mismas sesiones de trabajo común. El metropolita Kirill hizo también su aportación intelectual a nuestro coloquio. Y además naturalmente en nuestro diálogo personal tuvimos ocasión de buscar una metodología para el futuro para la continuación de este diálogo tan importante para Europa. Ciertamente estamos muy próximos en el reconocimiento de que las sociedades europeas tanto de Oriente como de Occidente tiene un cierto "vacuum" en su fundamento moral. Esto es, toda la vida social no puede estar regulada únicamente por el derecho positivo humano, sobre todo cuando la autoridad humana, legislativa, piensa que tiene toda la libertad de legislar como le parezca a la mayoría.

Pero estamos convencidos de que para la eficacia del derecho es necesario también que esas normas tengan una relación directa con el conjunto de la realidad, con toda la realidad objetiva. En muchas culturas se habla en este contexto de derecho natural y es ciertamente necesario que la sociedad pueda sentirse moralmente obligada también en la observancia de las leyes. Si no, la alternativa sería una criminalización de la sociedad que parece ser un peligro real. Por lo tanto las bases morales del derecho y de la vida de la sociedad hay que reforzarlas. Esto constituye un desafío tanto para los ortodoxos como para los católicos. Es ésta la razón por la que debemos continuar nuestras consultas y debemos también concretar, tal vez con un pequeño grupo preparatorio, los temas para un futuro congreso.

¿Cuáles han sido los puntos de dificultad o de conflicto en los trabajos de esos dos días?

No diría que ha habido conflictos. Ciertamente estamos en busca del método de colaboración, pero esto, en mi opinión, no significa conflicto. Hay que moverse en un nivel muy específico: por una parte, se trata de cuestiones de Teología práctica, sobre todo de problemas de las sociedades de Europa que hay que afrontar como cristianos. Por lo tanto se trata de cuestiones científicas, pero este coloquio empeña de alguna manera, pero no en los vértices, también a las Iglesias, esto es, el problema metodológico es cómo involucrar a las Iglesias en este diálogo más bien práctico y científico.

El CCEE naturalmente no es un órgano para la doctrina de la Iglesia católica. Se ocupa muy frecuentemente de cuestiones pastorales actuales en la sociedad europea. En este sentido existe también una plataforma común. Así el aspecto científico y el aspecto eclesial se encuentran, pero es necesario proceder con mucha delicadeza para identificar los niveles y las formas institucionales de esta implicación eclesial en la parte científica del diálogo.

¿Cuál será la próxima etapa del diálogo hacia la unidad?

El diálogo hacia la unidad no se realiza en esta sede. La gran unidad, la plena comunión de los cristianos, es algo que, por un lado, se lleva adelante mediante el trabajo modesto, diario, de muchos expertos, que requiere mucha humildad, mucha paciencia. Por otro lado, la plena comunión de los cristianos es un don de la Providencia Divina, es un don del Espíritu Santo que no puede planificarse. Nuestras fuerzas humanas no bastan para restablecer la unidad. Es por esto que debemos también orar intensamente para que podamos ver que la Providencia Divina puede regalarnos cosas inesperadas. Además hay diferentes niveles del diálogo: está el nivel del diálogo dogmático entre la Santa Sede y las diversas Iglesias ortodoxas; ahí el órgano responsable es el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, con el cardenal Walter Kasper al frente. Existen también otras relaciones entre Iglesias locales ortodoxas y católicas, o bien diversos patriarcados y diversas comunidades católicas locales.

La Iglesia húngara tiene la fortuna de mantener contactos en su territorio con cinco Patriarcados ortodoxos que tienen alguna estructura jerárquica en nuestro país. Estas relaciones se desarrollan bien y se manifiestan también en encuentros comunes, congresos, conferencias, asimismo en una cierta hospitalidad en lo relativo a nuestras fiestas. Naturalmente no existe entre nosotros la plena comunión y por lo tanto no puede existir siquiera la concelebración de la liturgia. En este punto nuestros hermanos ortodoxos son igual de sensibles, si no más, que nosotros mismos. Pero durante la Misa de Navidad, a medianoche, como invitados tenemos a varios obispos ortodoxos o a otros representantes de las Iglesias o comunidades cristianas.

Espero que estos encuentros sean aún más frecuentes y más cálidos. Contemplo también otras posibilidades: congresos organizados conjuntamente por diversas comunidades. Así, la Universidad Católica de Budapest, su Facultad de Teología y la de Derecho Canónico, y después las cuatro Facultades teológicas de la Universidad Babes-Bolyai de Cluj-Napoca –Rumanía-, mantienen desde hace más de siete años encuentros regulares y congresos comunes sobre temas muy actuales.

El cardenal Kasper mencionó que el encuentro con el Papa y el Patriarca Alejo II podría celebrarse en un año. ¿Cuál es su opinión al respecto?

Ante todo, ni con el Patriarca Alejo ni con el Metropolita Kirill he hablado de tal encuentro. Ni siquiera he hecho la pregunta porque no es de mi competencia. Ciertamente hace algunos años se hablaba hasta de la posibilidad de un encuentro en Hungría, pero estoy convencido de que la cuestión central no es dónde encontrarse, sino cuándo y en qué contexto. Seguramente serán los más altos responsables de nuestras Iglesias quienes buscarán la solución adecuada. Es seguro y estoy también convencido de que nadie por parte católica quiere crear dificultades ni en la sociedad ni en la Iglesia rusa. No se trata de un forzamiento, sino más bien de un gran sueño porque un encuentro entre el Santo Padre y el Patriarca Alejo constituiría un gran símbolo para los cristianos de Europa y de todo el mundo.

¿Cuál considera que es la aportación de Benedicto XVI al diálogo hacia la unidad de las dos Iglesias?


Si nos referimos a la ortodoxia rusa, ciertamente la intensificación del diálogo puede observarse en los últimos años, tal vez también porque ésta ha sido la primera reacción de la ortodoxia tras su elección. Porque en su persona y en su doctrina el mundo ortodoxo ve una cierta garantía de la identidad en la tradición cristiana común, la posibilidad de encontrar una amplia plataforma común en lo que concierne a nuestra fe, también en lo relativo a la puesta en práctica de nuestra fe en la sociedad.




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