10 octubre 2009

Los rusos están abiertos a que les hablen de Dios

Gabriela Santa María es chilena, pedagoga en historia y numeraria del Opus Dei, partió el 2007 a Moscú con las primeras mujeres que empezaron la labor en Rusia. La gente la ha sorprendido por su cariño y profundidad espiritual.

06 de octubre de 2009

“Vinimos a Rusia a aprender de los rusos y a hacernos rusas fomentando lo que nos une con la gente que no conoce a Dios".

Después de vivir siete años en Roma, donde se licenció en Teología y comenzó un doctorado en Historia de la Iglesia Gabriela partió a Moscú. “Llegamos hace dos años, en septiembre, cuenta Gabriela. No hacía mucho frío porque estaba terminando el verano y empezando el otoño. Encontramos un departamento muy bonito y lo primero que hicimos fue instalar el oratorio. Tenemos un living bastante amplio, donde empezamos las primeras actividades con chicas que fuimos conociendo en las clases de ruso, en la Universidad o a través de personas conocidas que habían vivido en Moscú.

Llegaban a nuestra casa a conversar con nosotras y así ayudarnos con el idioma. La cocina se transformó en el punto de reunión y se hicieron famosas las comidas internacionales que preparábamos las de casa (dos brasileras, tres españolas, dos chilenas, una austriaca y una francesa) y las rusas, que aportaban sus platos típicos. Así nos fuimos haciendo amigas y aprendiendo la cultura del país.”




Cuando se dan cuenta de que estás ahí para ayudarles, para vivir con ellos, para ser rusa, lo agradecen mucho.

“La acogida que hemos tenido ha sido extraordinariamente positiva, afirma Gabriela, porque a pesar de haber vivido 70 años de comunismo, la gente es muy religiosa. Al hablar con las personas, se nota que han sufrido mucho y por eso mismo son profundas y con sentido de lo trascendente. Tienen una apertura total a que les hablen de Dios, de la Fe. Por eso, gracias a Dios, pudimos empezar desde el principio teniendo clases de formación religiosa y meditaciones (media hora de oración en el oratorio guiada por un sacerdote).

La mayoría de los rusos tiene un nivel cultural muy alto. Generalmente, tocan un instrumento, son grandes lectores, saben de filosofía. Por eso es fácil hablar temas de fondo. También quieren sacar adelante su país y cuando se dan cuenta de que estás ahí para ayudarles, para vivir con ellos, para ser rusa, lo agradecen mucho.”

Gaby confiesa que por una parte ha tenido mucha ayuda del Cielo, porque desde que llegó se sintió parte del lugar. También le ha ayudado el consejo de San Josemaría a los que partían a otros países a hacer el Opus Dei: ir a aprender.


Gabriela en la calle vestida para el frío como una rusa más.

Me he ido haciendo rusa poco a poco

“Nosotras vinimos a Rusia a aprender de los rusos y a hacernos rusas fomentando lo que nos une con la gente que no conoce a Dios, con los ortodoxos, con los católicos. Al ser una cultura tan rica, tan novedosa, ha sido fácil aprender de ellos, que son muy acogedores. Poco a poco uno se va haciendo a la comida, a la cultura, a los temas de conversación, a la ciudad, que es grande y bonita. El metro es una maravilla y si uno se pierde al principio, después se orienta sin problema. Me he ido haciendo rusa poco a poco, siempre con la idea de fondo de asimilarme al país aprendiendo de ellos. ”

Ese mismo espíritu tienen las nueve jóvenes de distintas nacionalidades y profesiones que viven en su casa. Varias de ellas son profesoras y la mayoría ya se ha instalado profesionalmente: una trabaja en el colegio alemán de Moscú, otra en un instituto de idiomas y una tercera, en una embajada. Al principio, sólo se dedicaron a aprender el idioma, que no es fácil, porque tiene otra semántica y otra escritura: el cirílico. “Poco a poco lo vas aprendiendo, dice Gaby, pero al principio comprábamos cebollas en vez de papas. Al llegar a la casa, nos moríamos de la risa contando nuestras equivocaciones.

Ya domino más o menos el ruso, pero se necesitan 3 años para hablarlo correctamente. Cuando la gente ve que uno se esfuerza tiene mucha paciencia. Varias personas hablan inglés también y eso ayuda. Pero lo importante es lanzarse cuanto antes con el ruso para poderles hablar en su propio idioma, lo que valoran mucho.”

Fuera de los medios de formación espiritual, Gabriela está convencida que lo más importante es la amistad. “Hacerse muy amiga de la gente, conocerla, quererla y poder aportarles y que ellas también aporten todo lo que tienen.”


En un paseo por Moscú

Queremos crear grupos de orientación familiar entre los moscovitas

De ahí ha surgido la necesidad de trabajar en proyectos más importantes de ayuda a la familia “que está bastante desprotegida. Organizamos dos cursos de orientación familiar, uno en junio del año pasado y otro en enero de este año, en un Centro Cultural de la zona céntrica de Moscú. Llegaron muchos matrimonios. A raíz del interés demostrado, pensamos ir creando grupos de orientación familiar entre los mismos moscovitas porque existe una carencia muy grande en temas como la educación de los hijos o las relaciones entre marido y mujer y la gente agradece enormemente la ayuda que puedan recibir. Esperamos dar dos cursos sobre conciliación familia y trabajo durante este año.”

Otros proyectos son la búsqueda e instalación de un centro definitivo en Moscú y también viajar con más frecuencia a San Petersburgo para empezar allí algún medio de formación estable. Estos planes los han puesto en manos de la Virgen de Fátima, cuyo icono, realizado por sacerdotes agregados del Opus Dei, se venera en la Iglesia san Juan Bautista de Pushkin, una ciudad ubicada a 30 kilómetros de San Petersburgo.



“Descubrir que se puede ser santo en la vida ordinaria, que se puede encontrar a Dios en las cosas corrientes, en las actividades de cada día" abre amplios y novedosos horizontes que la gente va asimilando muy bien porque lo necesita, dice Gabriela. Una joven traductora que empezó a asistir a los cursos de formación espiritual me decía: "pienso que el Opus Dei es todo lo que necesita mi alma porque es lo que me permite llevar a Dios en todo lo que hago. ¡Qué impresionante es que yo pueda llevar a Dios al traducir unos papeles o al hacer una traducción simultánea: puedo estar haciéndome santa y hacer apostolado también”.

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