10 noviembre 2009

El monaquismo ruso da signos de despertar

Habla el monje ortodoxo Pëtr Meščerinov del Monasterio San Daniil de Moscú



ROMA, jueves 5 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Tras haber resistido a la violencia de los comunistas soviéticos, el monaquismo ruso está dando signos de despertar, preparándose a resistir a la secularización de la modernidad.



Icono de san Daniel de Moscú.


Esto es cuanto sostiene Pëtr Meščerinov, Igumeno del Monasterio San Daniil de Moscú y Vicedirector del Centro para la formación espiritual de la infancia y de la adolescencia del Patriarcado de Moscú.

ZENIT lo entrevistó con ocasión de su estancia en Italia para el Congreso internacional sobre el tema “Buscadores de lo eterno, creadores de civilización. El Monaquismo entre Oriente y Occidente” organizado por la Fundación Rusia Cristiana (www.russiacristiana.org).

-¿Cuanto cuenta la contemplación y cuánto la acción en el monaquismo oriental?

Meščerinov: Puedo hablar del monaquismo ruso. Ya desde tiempos antiguos, por tradición, tenemos dos vías monásticas distintas ligadas a dos santos rusos: san Nilo de Sora y san José de Volokolamsk. Eran contemporáneos y discutieron fuertemente, incluso, entre ellos.

Eran diatribas muy profundas, disputas más bien complejas y podría resumir así brevemente las corrientes que los dos santos propugnaban: Nilo de Sora defendía la dimensión contemplativa, mientras que José de Volokolamsk defendía la dimensión activa.



Icono de san Nilo de Sora.



No se puede decir que estos dos aspectos estén en contradicción uno con otro, porque en la dimensión contemplativa encontramos también su incidencia en la vida cultural rusa, en la literatura, en el redescubrimiento de los Padres de la Iglesia; por otra parte si tomamos la corriente más activa, más comprometida con lo social de san José Volokolamsk, podemos observar que con su acción no pretendía sustituir al Estado, sino que mantenía firme su adhesión a sus propias raíces contemplativas.

Para concluir, podemos decir que no existe una contradicción real entre las dos dimensiones.

Ya san Macario el Grande decía que cada monje tiene su vocación específica, su actividad específica, y que por tanto quienes contemplan no deben juzgar a quienes sirven y viceversa, quienes sirven no deben juzgar a quienes se dan a la vida contemplativa, porque están íntimamente conectados uno con otro y constituyen juntos la verdadera comunidad monástica cristiana.

-¿Quiénes y cuántos son los mártires del monaquismo ruso?

Meščerinov: En lo que respecta al monaquismo ruso podemos hablar sobre todo de los nuevos mártires del siglo XX. Muchos han sido canonizados y muchos otros aún no han sido canonizados, pero el cierre masivo de los monasterios en la época soviética atestigua que los monjes han dado la vida para defender el ideal monástico.

-Frente a una rápida y salvaje carrera de la modernidad, ¿cómo están reaccionando las comunidades monásticas rusas?

Meščerinov: Las comunidades monásticas reaccionan de dos modos distintos. Para responder a esta pregunta es necesario tener en cuenta que la tradición monástica rusa fue interrumpida violentamente durante el periodo soviético, y por ello el monaquismo ruso hoy está precisamente buscando una respuesta a esta pregunta.

Por ahora no se ha encontrado una respuesta, y por tanto hay dos variantes: o una radical separación y autoexclusión del mundo, que no es el sano “salir del mundo” que se entendía tiempo atrás, cuando se pensaba en el monaquismo, sino como una forma maníaca de protegerse de la agresión del mundo. La segunda variante está ligada a la secularización, exteriormente se declara ser monje, pero en realidad se inserta en al curso de la vida secular de todos.

Aún este momento de prueba no encuentra una respuesta en la vida de la Iglesia. En mi opinión personal, pienso que la comunidad tiene seguramente que protegerse de ciertos fenómenos del mundo moderno, pero esta protección debe suceder de modo sobrio, adecuado, sano y eclesial, y no de modo asocial.

-¿Cuál es la realidad de estas comunidades hoy?

Meščerinov: La principal tragedia de nuestra vida eclesial de hoy está en la falta absoluta de comunidad. Hay comunidades que nacen en contraposición a la postura de la Iglesia en sentido general, pero comunidades en cuanto tales como norma de vida comunitaria, no hay.

Esto está vinculado seguramente a la herencia soviética, porque en ese periodo cada agregación era mirada con sospecha y era susceptible de represión, y de hecho en la misma conciencia de muchas generaciones de personas se ha creado un instinto antisolidario.

Cuando personas educadas según esta mentalidad entran hoy en la Iglesia es muy difícil sentir e incluso entender que se trata de una comunidad cristiana, porque cualquier forma de agregación sufre la influencia del colectivismo soviético, mientras que la comunidad cristiana y el colectivismo soviético son dos cosas que no tienen nada que ver una con otra.

Por ello los rusos de hoy no tienen predisposición a la vida comunitaria, y esto se refleja también en la vida monástica. Nosotros no tenemos comunidades verdaderas y propias comunidades monásticas, tenemos monasterios formalmente organizados, hay algunos monjes, algunos individuos solos con una vocación recta y sincera, pero no consiguen inserirse bien en la comunidad.

Esta es seguramente una tarea para el futuro, o quizás nuestra vida eclesial y social haya llegado a un punto de no retorno en el que es prácticamente imposible volver a la solidaridad auténtica. Pero esto lo mostrará el futuro.

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