11 noviembre 2006

Una visión ortodoxa rusa del Papado

Entrevista con el obispo Hilarión Alfeyev

VIENA, viernes, 10 noviembre 2006 (ZENIT.org).-El diálogo entre católicos y ortodoxos puede ser fecundo, aunque quedan todavía dificultades en el camino hacia la comunión eucarística, afirma el obispo Hilarión Alfeyev de Viena y Austria.




El obispo Hilarión, representante de la Iglesia Ortodoxa Rusa en las Instituciones Europeas, habla en esta entrevista concedida a Zenit sobre la próxima visita de Benedicto XVI a Turquía y sobre otros temas.



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En Ti la Unidad

Benedicto XVI visitará pronto Turquía porque desea estrechar relaciones entre Roma y Constantinopla. ¿Qué significa este viaje para el diálogo ortodoxo católico?

Obispo Alfeyev: Se espera que esta visita mejore todavía más las relaciones entre las Iglesias de Roma y Constantinopla. Estas dos Iglesias rompieron la comunión mutua en 1054, y esto las da una responsabilidad particular en la restauración de la unidad.

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Hablando sobre el posible impacto de ese futuro encuentro para las relaciones ortodoxo-católicas en su conjunto, habría que recordar que la Iglesia Ortodoxa, por lo que se refiere a su estructura, es significativamente diferente de la Iglesia Católica.

La Iglesia Ortodoxa no tiene sólo un primado. Está integrada por 15 Iglesias autocéfalas, cada una encabezada por su propio patriarca, arzobispo o metropolita.

En esta familia de Iglesias, el patriarca de Constantinopla es «primus inter pares», pero su primacía es de honor, no de jurisdicción, dado que no tiene autoridad eclesial sobre las otras Iglesias. Cuando, por consiguiente, es presentado como «cabeza» de la Iglesia Ortodoxa mundial, se comete un error. Y también es equivocado considerar su encuentro con el Papa de Roma como una reunión entre las cabezas de las Iglesias Ortodoxa y Católica.

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Históricamente, hasta el cisma de 1054, fue el obispo de Roma quien gozó de una posición de primacía entre los cabezas de las Iglesias cristianas. Los cánones de la Iglesia Oriental --en especial el famoso canon 28 del Concilio de Calcedonia-- adscriben el segundo y no el primer lugar al patriarca de Constantinopla.

Además, el contexto en el que este segundo lugar fue concedido al patriarca de Constantinopla fue puramente político: En el momento en que Constantinopla se convirtió en «la segunda Roma», capital de Imperio Romano Bizantino, se consideró que el obispo de Constantinopla debería ocupar el segundo lugar tras el obispo de Roma.

Tras la ruptura de la comunión entre Roma y Constantinopla, la primacía en la familia ortodoxa oriental pasó al «segundo de la fila», es decir, el patriarca de Constantinopla. Es decir, por un accidente histórico se convirtió en «primus inter pares» entre el Oriente de la cristiandad.
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Creo que, junto a los contactos con el Patriarcado de Constantinopla, es también importante para la Iglesia Católica desarrollar relaciones bilaterales con otras Iglesias ortodoxas, especialmente con la Iglesia Ortodoxa Rusa. Ésta, siendo la segunda Iglesia cristiana del mundo en número --sus miembros son 160 millones en todo el mundo-- está deseosa de desarrollar estas relaciones, especialmente para ofrecer un testimonio cristiano común a la sociedad secularizada.

¿Piensa que este viaje abrirá nuevos horizontes en las relaciones entre los mundos cristiano y musulmán?

Obispo Alfeyev: El diálogo entre cristianos y musulmanes es necesario y oportuno. Es completamente desafortunado que algunos intentos de líderes cristianos por animar este diálogo hayan sido mal interpretados por algunos representantes del mundo musulmán.

La reciente controversia sobre la lección académica del Papa Benedicto XVI en Ratisbona es un vivo ejemplo de tales malentendidos. La agresiva reacción de algunos políticos musulmanes, así como de muchos seguidores del islam, ha sido vista por algunos observadores como sumamente exagerada.

Algunos analistas se preguntaron: «¿Estamos cayendo en una dictadura mundial de la ideología musulmana, cuando cada observación crítica del islam --incluso en el marco de una lección académica-- es brutal y agresivamente rechazada, mientras que las críticas a las demás religiones, especialmente al cristianismo, son permitidas y alentadas?

Querría añadir que varios teólogos de la Iglesia Ortodoxa Rusa, incluso aquellos normalmente críticos de la Iglesia Católica, expresaron su apoyo al Papa Benedicto XVI en el momento que surgió la controversia sobre su lección en Ratisbona. Consideraban que lo que dijo era importante, aunque, efectivamente, no estaba completamente de acuerdo con las modernas reglas no escritas de lo políticamente correcto.

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El Papa declinó el título de «Patriarca de Occidente». ¿Qué significa este gesto? ¿Tiene un significado ecuménico?

Obispo Alfeyev: Yo fui el primer jerarca ortodoxo que comentó este gesto. Varias semanas después, también hizo comentarios oficiales el Santo Sínodo del Patriarcado de Constantinopla.

En mi comentario yo argumenté que este rechazo del título de «Patriarca de Occidente» puede ser considerado por los ortodoxos como la confirmación de la reclamación, reflejada en los otros títulos del Papa, de la jurisdicción de la Iglesia universal.

Entre las muchas designaciones del Pontífice, la de «Obispo de Roma» permanece la más aceptable para las Iglesias Ortodoxas, ya que indica el papel del Papa como obispo diocesano de la ciudad de Roma.

Un título como «arzobispo y metropolita de la Provincia Romana» muestra que la jurisdicción del Papa incluye no sólo la ciudad de Roma sino también la provincia.

«Primado de Italia» indica que el Obispo de Roma es el «primero entre iguales» entre los obispos de Italia, usando el lenguaje ortodoxo, primado de una Iglesia local. Siguiendo con este razonamiento, ninguno de estos tres títulos presentaría un problema para los ortodoxos en la eventualidad de un restablecimiento de la comunión eucarística entre Oriente y Occidente.

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El principal obstáculo a la unidad eclesial entre Oriente y Occidente, según muchos teólogos ortodoxos, es la doctrina de la jurisdicción universal del Obispo de Roma. En este contexto son inaceptables e inclusos escandalosos, desde el punto de vista ortodoxo, los títulos que quedan en la lista, como «Vicario de Jesucristo», «Sucesor del Príncipe de los Apóstoles», «Supremo Pontífice de la Iglesia Universal».

Según la doctrina ortodoxa, Cristo no tiene ningún «vicario» para gobernar la Iglesia universal en su nombre.

El título «Sucesor del Príncipe de los Apóstoles» se refiere a la doctrina católica del primado de Pedro quien, cuando pasó a ser Obispo de Roma, se aseguró el gobierno de la Iglesia universal. Esta doctrina ha sido criticada en la literatura apologética ortodoxa desde la época bizantina en adelante.

El título «Supremo Pontífice» --«Pontifex Maximus»-- originalmente pertenecía a los emperadores paganos de la antigua Roma. No fue rechazado por el emperador Constantino cuando se convirtió al cristianismo.

Respecto al Papa de Roma, «Supremo Pontífice de la Iglesia Universal» es una designación que indica la jurisdicción universal del Papa, un nivel de autoridad que no es reconocido por las Iglesias Ortodoxas. Es precisamente este título el que debería ser relegado antes si la motivación fuera el «progreso ecuménico» y el deseo de mejorar las relaciones católico-ortodoxas.


Benedicto XVI busca la «plena y visible unidad» de todos los cristianos. Una unidad que no puede ser «creada», pero que él puede animar a través de su propia conversión, de gestos concretos y de un diálogo abierto sobre temas fundamentales. ¿Sobre qué temas pueden la Ortodoxia y Roma estrechar lazos? ¿Cómo deberían ponerlos en práctica?

Obispo Alfeyev: Creo, antes que nada, que es necesario identificar varios niveles de colaboración y luego trabajar para comprender mejor a cada nivel.

Un nivel tiene que ver con las conversaciones teológicas que lleva a cabo la Comisión conjunta Católica Ortodoxa. Estas conversaciones están y estarán centradas en las diferencias dogmáticas y eclesiológicas entre las Iglesias Católica y Ortodoxa.

A este nivel puedo predecir muchos años de trabajo difícil y exhaustivo, especialmente cuando lleguemos al tema del primado universal. Surgirán complicaciones no sólo a causa de las comprensiones muy diferentes del primado entre las tradiciones católica y ortodoxa, sino también por el hecho de que no hay comprensión unánime del primado universal entre los mismos ortodoxos.

Este hecho ya se hizo evidente durante la reciente sesión de la Comisión en Belgrado, y el desacuerdo interno dentro de la familia de las Iglesias Ortodoxas sobre este tema concreto se manifestará de modo más agudo y sorprendente en el futuro. Por lo tanto, queda por recorrer un largo y espinoso sendero.




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Hay, sin embargo, otro nivel al que podemos dirigir la mirada, y aquí no es mucho más lo que nos divide que lo que nos une. Para ser específico, es el nivel de la cooperación en el campo de la misión cristiana.

Personalmente, creo que es completamente prematuro y no realista esperar la restauración de la plena comunión eucarística entre Oriente y Occidente en un futuro previsible. Nada sin embargo nos impide, a católicos y ortodoxos, testimoniar a Cristo y su Evangelio juntos al mundo moderno. Podemos no estar unidos administrativamente o eclesiásticamente, pero debemos aprender a ser colaboradores y aliados frente a desafíos comunes: secularismo militante, relativismo, ateismo o un Islam militante.

Por esta razón, desde la elección del Papa Benedicto XVI, hemos pedido repetidamente el fomento de las relaciones entre las Iglesias Católica y Ortodoxa mediante la creación de una alianza estratégica para la defensa de los valores cristianos en Europa. Las palabras «estratégica» y «alianza» no han sido hasta ahora comúnmente aceptadas para describir una colaboración como ésta.

Para mí, no son las palabras las que importan, sino más bien la connotación que hay tras ellas. Yo usé la palabra «alianza» no en sentido de una «Santa Alianza», sino más bien como se emplea en «La Alianza Mundial de las Iglesias Reformadas», por ejemplo, como un término que designa una colaboración y «partenariado» sin unidad plena administrativa o eclesial.

También buscaba evitar términos marcadamente eclesiales como «unión» porque recuerdan a los ortodoxos de Ferrara-Florencia y otros similares intentos –desafortunados- de lograr la unidad eclesial sin un acuerdo pleno doctrinal.

No se necesita ahora ni una «unión» eclesial ni una componenda doctrinal apresurada, sino más bien una cooperación «estratégica», en el sentido de desarrollar una estrategia común para combatir todos los desafíos de la modernidad.

El razonamiento que hay detrás de mi propuesta es éste: nuestras Iglesias están en camino hacia la unidad, pero hay que ser pragmáticos y reconocer que es probable que pasen décadas, si no siglos, antes de que la unidad sea restaurada.




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Mientras tanto, necesitamos desesperadamente dirigirnos al mundo con una voz única. Sin ser una Iglesia, ¿no podemos actuar como una Iglesia? ¿No podemos presentarnos a la sociedad secularizada como un cuerpo unificado?

Creo con fuerza que es posible para las dos Iglesias hablar con una voz; puede haber una respuesta católico-ortodoxa a los desafíos del secularismo, liberalismo y relativismo. También en el diálogo con el Islam, católicos y ortodoxos pueden actuar juntos.

Añadiría que cualquier aproximación entre católicos y ortodoxos no debería minar los mecanismos existentes de cooperación ecuménica que incluyen también a anglicanos y protestantes, tales como el Consejo Mundial de las Iglesias y la Conferencia de Iglesias Europeas.

Sin embargo, en la lucha contra el secularismo, liberalismo y relativismo, así como en la defensa de los valores tradicionales cristianos, la Iglesia Católica adopta una postura mucho más sin componendas que muchos protestantes. Haciendo esto se distancia de aquellos protestantes cuyas posiciones están más a tono con el desarrollo moderno.

La reciente liberalización de la doctrina y moralidad en muchas comunidades protestantes, así como en la Iglesia Anglicana, hace la cooperación entre ellas y las Iglesias de Tradición, a las que pertenecen las Iglesias Católica y Ortodoxa, cada vez más difícil.

Otro nivel de cooperación católico-ortodoxa debería ser el del intercambio cultural entre representantes de las dos Iglesias. Muchos malentendidos que existen entre nosotros tienen un origen puramente cultural.




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Un mejor conocimiento de la herencia cultural mutua debería fomentar definitivamente nuestra aproximación. Exposiciones de iconos, conciertos de coros, proyectos literarios conjuntos, conferencias sobre temas culturales, todo esto puede ayudarnos a superar siglos de viejos prejuicios y mejorar el entendimiento de las tradiciones mutuas.

En su carta al Papa, el 22 de febrero, el Patriarca de Moscú menciona algunos desafíos del mundo moderno, que deberían ser resueltos conjuntamente, y su profundo deseo de devolver los valores cristianos a la sociedad. ¿Cómo se pueden unir fuerzas de manera que los peligros del materialismo, consumismo, agnosticismo, secularismo y relativismo puedan ser superados?

Obispo Alfeyev: Estas cuestiones surgieron durante la conferencia «Dar un Alma a Europa», que tuvo lugar en Viena del 3 al 5 de mayo de 2006. La conferencia fue organizada conjuntamente por el Pontificio Consejo para la Cultura y el Departamento de Relaciones exteriores del Patriarcado de Moscú.

Los cincuenta representantes de la Iglesia Católica y de las Iglesias Ortodoxas Rusas se reunieron para ponderar los desafíos que afronta el cristianismo en Europa y desarrollar modos de colaboración para afrontarlos.

Son precisamente el materialismo, el consumismo, el agnosticismo, el secularismo y el relativismo, todos basados en la ideología humanista liberal, los que constituyen un desafío real para el cristianismo. Y es la ideología humanista liberal la que debemos neutralizar si deseamos preservar los valores tradicionales para nosotros y para las futuras generaciones.

Hoy la ideología humanista liberal, permaneciendo en su propia plataforma de universalidad auto-fabricada, se impone a la gente que ha crecido en otras tradicionales morales y espirituales y tiene diferentes sistemas de valores. Esta gente ve en el dictado total de la ideología occidental una amenaza a su identidad.

El evidente carácter antirreligioso del humanismo liberal moderno suscita no aceptación y rechazo de aquellos cuya conducta esta motivada religiosamente y cuya vida espiritual está fundada en la experiencia religiosa.

Existen diversas variaciones de la respuesta religiosa a los desafíos del liberalismo totalitario y el secularismo militante. La respuesta más radical ha sido dada por los extremistas islámicos, que han declarado la «yihad» contra la civilización occidental post-cristiana con todos sus llamados valores humanos comunes.

El fenómeno del terrorismo islámico no se puede comprender sin la completa apreciación de la reacción que ha surgido en el mundo islámico contemporáneo como resultado de los intentos de Occidente de imponer su visión del mundo y sus estándares de conducta en él.

En la medida en que el Occidente secularizado persista en reclamar un monopolio global de la visión del mundo, propagando sus estándares como sin alternativa y obligatorios para todos los países, la espada de Damocles del terrorismo seguirá pendiendo sobre toda la civilización occidental.

Otra variación de la respuesta religiosa al desafío del secularismo es el intento que se está haciendo de adaptar la misma religión, incluyendo sus doctrinas y moral a los estándares liberales modernos.

Algunas comunidades protestantes han descendido ya por este sendero infiltrando los estándares liberales en su doctrina y práctica eclesial desde hace varias décadas. El resultado de este proceso ha sido una erosión de los fundamentos dogmáticos y morales del cristianismo, con sacerdotes a los que se les permite justificar o realizar «matrimonios del mismo sexo», miembros del clero que mantienen tales relaciones ellos mismos, y teólogos que reescriben la Biblia creando incontables versiones de cristianismo políticamente correcto, orientado a los valores liberales.

Finalmente, la tercera variación en la respuesta religiosa al secularismo es el intento de entrar en un diálogo pacífico, no agresivo con él, con el objetivo de obtener un equilibrio entre el modelo liberal-democrático de la estructura social occidental y el modo religioso de vida. Tal sendero ha sido elegido por las Iglesias cristianas que han permanecido fieles a la tradición, como las Iglesias Católica y Ortodoxa.

Hoy, las Iglesias Católica y Ortodoxa tienen la capacidad de llevar a cabo un diálogo con la sociedad secularizada en un alto nivel intelectual. En las doctrinas sociales de ambas Iglesias, los problemas relativos al diálogo con el humanismo secularizado en materia de valores han sido profundamente examinados desde todos los ángulos.

La Iglesia Católica ha tratado estas cuestiones en muchos documentos del Magisterio; el más reciente de ellos ha sido el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, llevado a cabo por la Comisión Pontificia Justicia y Paz y publicado en 2004.

En la tradición ortodoxa, el documento más significativo de este tipo es «Bases del Concepto Social de la Iglesia Ortodoxa Rusa», publicado en 2000.

Ambos documentos promueven la prioridad de los valores religiosos sobre los intereses de la vida secular. Oponiéndose al humanismo ateo, fomentan en cambio un humanismo guiado por los valores espirituales.

Esto significa un humanismo «que transcurre por los estándares del plan de amor de Dios en la historia», un «humanismo integral capaz de crear un nuevo orden social, económico y político, fundado en la dignidad y libertad de cada persona humana, fundado en la paz, la justicia y la solidaridad».

La comparación entre los dos documentos revela sorprendentes similitudes en las doctrinas sociales de las Iglesias Católica y Ortodoxa. Si nuestra comprensión de los asuntos sociales es tan similar, ¿por qué no podemos unir fuerzas para defenderlos?

Creo que ha llegado el momento para todos los cristianos de escoger seguir la línea tradicional, especialmente católicos y ortodoxos, para formar un frente común en orden a combatir el secularismo y el relativismo, para llevar a cabo un diálogo responsable con el Islam y las otras religiones mayores del mundo, y defender los valores cristianos contra todos los desafíos de la modernidad. Dentro de 20, 30 ó 40 años puede ser demasiado tarde.


Sobre el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla

Información obtenida de la página que tienes en el enlace del Menú de este blog:


El realismo de Benedicto XVI (08:16)

El Patriarcado Ecuménico es el «primero entre iguales» en las Iglesias ortodoxas que cumple la función de representarlas y promover el diálogo interno y externo.

Por este motivo, este Patriarcado es considerado el centro espiritual de los cristianos ortodoxos, unos 300 millones en todo el mundo.

El título de Patriarcado Ecuménico data del siglo VI. El hecho de que se encuentre hoy en Estambul se debe a que en el año 330 el emperador Constantino transfirió la capital imperial a la pequeña ciudad de Bizancio, que luego tomó el nombre de Constantinopla, y era considerada la «Nueva Roma».

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Debido a su importancia política e histórica, la ciudad adquirió rápidamente prominencia política y eclesiástica y todos los Grandes Concilios (siete) de la primera Iglesia se celebraron o en Constantinopla o cerca de ella.

Según el Patriarcado, su patriarca sirve como punto focal y portavoz de la unidad de la Iglesia ortodoxa, convocando concilios inter-ortodoxos, así como diálogos intereclesiales e interconfesionales.

En cuanto al orden entre los patriarcados ortodoxos, los más antiguos, según un orden establecido en el siglo V, son Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén.

En el siglo XVI, el Patriarca Ecuménico elevó a la Iglesia de Moscú al rango de Patriarcado, como había ocurrido antes con la Iglesia de Serbia, en el siglo XIV, y después con las Iglesias de Rumanía, en el siglo XIX, y Bulgaria, en el siglo XX.

Entre sus prioridades pastorales, según explica la página web, el patriarca ecuménico Bartolomé I ha proporcionado apoyo a los países que estuvieron largo tiempo bajo la opresión del telón de acero. Ha visitado países musulmanes que anteriormente nunca habían sido visitados por líderes cristianos de Iglesias, abogando por la tolerancia religiosa. Además impulsa iniciativas pioneras en la preservación del medio ambiente con las que ha ganado el título de «Patriarca Verde».

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Uno de los edificios emblemáticos de Estambul es la antigua iglesia de Hagia Sophia (Santa Sabiduría) con la que el Patriarcado Ecuménico mantiene un importante lazo histórico. Albergó magníficos mosaicos, algunos de los cuales sobreviven hoy, y fue el centro de la impresionante liturgia ortodoxa. Allí mandó en el siglo X el Príncipe Vladimir a sus enviados para ser testigos de la liturgia, y como resultado toda Rusia fue cristianizada. En 1453 fue convertida en mezquita y actualmente es un museo.

Bartolomé I, de 66 años, fue elegido Patriarca Ecuménico en octubre de 1991 y es el 270 arzobispo de la sede histórica de Constantinopla, cuyo nombre actual es Estambul.

La última visita de un Papa al Patriarca Ecuménico fue la Juan Pablo II, quien un año después de su elección como Papa, en 1979 visitó al entonces patriarca Demetrios. La visita allanó el camino del Diálogo Teológico oficial entre la Iglesia Ortodoxa y la Iglesia Católica, inaugurado en 1980. Antes de esta visita, el Papa Pablo VI visitó al patriarca Atenágoras en 1967.

La última vez que el Patriarca Ecuménico visitó al Papa fue en noviembre de 2004, cuando Bartolomé I viajó a Roma y el Papa Juan Pablo II devolvió a la Iglesia Ortodoxa las reliquias de San Gregorio el Teólogo y San Juan Crisóstomo, ambos antecesores suyos en el Arzobispado de Constantinopla. También asistió al funeral de Juan Pablo II en 2005.

El Papa Benedicto XVI visitará Turquía a partir del día 28 de noviembre. En Estambul participará, el 29 de noviembre, en la fiesta de san Andrés. San Andrés, también conocido como el «primer llamado» entre los apóstoles, es el fundador, en el año 36, y santo patrono del Patriarcado Ecuménico. Era el hermano mayor de San Pedro, obispo de Roma.

El Patriarcado Ecuménico explica también cuál será el papel del Papa en las celebraciones litúrgicas del Patriarcado. En la ceremonia de bienvenida, el Patriarca y el Papa bendecirán juntos a la congregación. Sin embargo, dado que no existe comunión eucarística entre las dos Iglesias, el Papa no concelebrará durante la Divina Liturgia el día 30 de noviembre, sino que permanecerá en una posición de honor, participando en los formales intercambios y bendiciones, así como en la recitación de la Oración del Señor.

Aunque el Patriarca Ecuménico sabe siete idiomas, la lengua que se usará en la liturgia es el griego del Nuevo Testamento, usada por los Santos Padres y en los textos oficiales de la Iglesia Ortodoxa durante siglos.

Geográficamente, su principal área de distribución se sitúa a lo largo de la costa noreste mediterránea, Europa del Este y del Norte, así como Medio Oriente. Pero la jurisdicción del Patriarcado Ecuménico alcaza a todo el mundo.

Sobre su mutua relación, el Patriarcado Ecuménico, explica que, desde la época del patriarca ecuménico Atenágoras y Pablo VI, las dos Iglesias se embarcaron en un «diálogo de amor», que se amplió a un «diálogo de verdad» desde 1980. Hoy, el diálogo internacional teologico discute áreas de acuerdo y división.

Sobre el origen de la división entre las dos Iglesias, el Patriarcado recuerda que la misma se produjo en 1054, conocida como «el gran cisma», y «fue el resultado de un gradual alejamiento durante siglos por razones culturales, políticas y teológicas».

Respecto al doloroso año 1204, el Patriarcado recuerda que la Cuarta Cruzada saqueó Constantinopla «dejando cicatrices indelebles en la memoria de los cristianos orientales respecto a la Iglesia Occidental» aunque recuerda también que «en un gratuito gesto de amor, el anterior Papa Juan Pablo II pidió perdón formalmente por este saqueo».

Videos ecuménicos:

The Return of the Holy Relics of the Saints Gregory the Theologian and John Chrysostom to the Church of Constantinople.
November 27-30, 2004.


In 2004, responding to the request of His All Holiness Ecumenical Patriarch Bartholomew, and recognizing the importance of St. John Chrysostom and St. Gregory the Theologian to Orthodox Christians around the world, Pope John Paul II agreed to return the relics of these two great Fathers of the Church and Ecumenical Teachers to their original resting place in the Ecumenical Patriarchate. This program (produced by GOTelecom and funded by the Archons of the Ecumenical Patriarchate of the Order of St. Andrew) highlights the moving Ecumenical Service at the Vatican and the Service at the Ecumenical Patriarchate while informing the viewer of the historical significance of these saints.


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Ecumenical Patriarch Bartholomew Visits America.
A day-by-day, city by city, record of His All Holiness' visit to the United States from October 19 - November 17, 1997. Relive the excitement of the momentous events.


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The History of Orthodox Christianity
A Three Part series

Our series views the foundation and growth of the Orthodox Church through historic milestones and geographic locations connected to specific eras, examining the formation of major aspects of the Holy Tradition.

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